Hablar de Mercedes-Benz era, hasta hace unos años, citar una marca de calidad, de gama alta, cuyos excepcionales coches eran la quintaesencia del sector de la automoción. Eran sinónimo del coche por excelencia. "Un cochazo" que dirían los más castizos.

Pero desde hace algún tiempo hablar de Mercedes-Benz es citar a la marca que está marcando el paso tecnológico en el mundo del automóvil. Y esta afirmación no es baladí.

La marca de la estrella lleva varios años mostrando -y demostrando- que el futuro de los vehículos es ya presente, y lo mejor de todo es que no se está quedando en fastuosos prototipos propios de películas de ciencia ficción, sino que está incorporando toda esa tecnología en sus vehículos, haciéndola realidad.

Ponerse a los mandos -lo del volante ya es cosa del pasado- de un Mercedes-Benz es entrar en un mundo tecnológico que no solo rompe con lo establecido, sino que te hace concebir el coche como algo más que un medio de transporte. De repente el habitáculo se ha convertido en un centro de información y entretenimiento que supera a la mayoría de hogares de nuestro país, y las soluciones de seguridad activa ya no se quedan en un simple ABS o una dirección asistida.

Las últimas soluciones de Mercedes-Benz para la conducción autónoma son magistrales e ingeniosas. Y funcionales. Y eficaces. Y útiles. Muy útiles.

El sistema de piloto automático Drive Pilot nos adelanta cómo será ir en un coche que se conduce solo -cuando la legislación lo permita- y sistemas como el de aparcamiento automático usando la app para el iPhone te facilitan la vida como nunca te habrías imaginado.

A menudo pensamos en esas empresas emergentes que no paran de innovar, pero en ocasiones, quienes marcan la diferencia son aquellos cuyo ingenio nos ayuda con lo más cotidiano.