Algo nos debe pasar a los mallorquines en cuanto caen cuatro gotas y estamos al volante de nuestro coche porque los caos circulatorios que organizamos no son ni medio normales. Y seguro que mientras estás leyendo estas líneas estás sonriendo mientras asientes con la cabeza. Es así. Atascos y lluvia, algo tan mallorquín como la sobrasada o el ball de bot.

Si bien es cierto que no es algo a lo que estemos acostumbrados -la lluvia-, no debería sorprendernos el hecho de que caiga agua del cielo. En ocasiones ocurre, aunque últimamente pocas. Y más allá de las habituales medidas de seguridad que uno debe tener, la conducción no tiene que ser demasiado distinta a cuando lo hacemos en seco.

Repasando lo que debemos hacer cuando nos encontramos al volante bajo una intensa lluvia, absolutamente nada de lo que se recomienda tiene por qué detener el tráfico. Conviene reducir la velocidad, especialmente en autopista; hay que aumentar la distancia de seguridad con el coche que nos precede; pese a que no es obligatorio, siempre es recomendable encender la luz de cruce -cortas-; hay que tomar las curvas con precaución, especialmente cuando empieza a llover ya que las primeras gotas de agua en combinación con el polvo de la calzada crean una casi inapreciable capa de barro altamente deslizante, y por último es muy importante tener mucho cuidado cuando pasamos por encima de un charco de grandes dimensiones ya que se puede producir el efecto aquaplaning que nos puede provocar un disgusto.

Ahora que hemos repasado las medidas de seguridad, ¿qué provoca los atascos en nuestras carreteras cuando se pone a llover? Creo que lo sé: estamos tan poco acostumbrados a ver llover, que sin querer nos quedamos embobados mirando al cielo en lugar de atender a la conducción. Y luego pasa lo que pasa.