La visibilidad al volante depende en gran medida de las escobillas limpiaparabrisas. Por ello es vital conservarlas en bien estado y cambiarlas cuando sea necesario. El principal enemigo de las escobillas es el clima. El calor y la falta de lluvia incrementan su abrasión y endurecen la goma, lo que con el tiempo puede acarrear un funcionamiento defectuoso con chirridos y vibraciones. El frío extremo también es perjudicial. Si hay escarcha en el cristal no hay que activarlos puesto que pueden romperse, ya sea por el roce o por estar literalmente pegadas al cristal por la congelación. Por ello, en las noches de frío extremo hay que levanta las escobillas o poner una hoja de plástico o cartón entre éstas y el parabrisas. Otro método de conservación es limpiar los limpiaparabrisas pasando un paño humedecido con agua cuando se lave el coche. Aún con todos estos cuidados, las gomas irán deteriorándose hasta que aparezca una raya permanente en nuestro campo visual al activarlas. Este síntoma ya nos advierte de que hay que cambiarlas, algo inevitable si de igual modo aparecen superficies de agua que perduran en todas las zonas. Esto significa que no son capaces de evacuar el agua del cristal, lo que puede comprometer nuestra visibilidad y por tanto la seguridad. Llegar a estos extremos puede ser peligroso, por lo que lo más recomendable es cambiar las escobillas una vez al año.

*Limpiaparabrisas: el sistema se compone de un elemento de caucho anclado a un brazo metálico que ejerce presión sobre el parabrisas mediante un muelle. Todo ello es movido a través de un motor eléctrico que se acciona desde un mando en el interior del coche.