Posiblemente ya se ha dicho y escrito todo sobre el desaparecido piloto mallorquín Luis Salom, y no cabe ninguna duda de que todo el mundo coincide en que nos dejó demasiado pronto.

El joven héroe mallorquín, un gladiador forjado en una familia en la que las dos ruedas forman parte de su ADN, era ante todo una magnífica persona. Y sí, también era un buen piloto, pero por encima era una gran persona, gigante como pocos, y su perenne sonrisa, pasara lo que pasara, no solo era un estilo de vida, sino también una forma de contagiarte su positividad.

En el circuito de Jerez, con motivo del GP de España de 2012, Luis Salom disputaba su primer GP de casa en la recién estrenada categoría de Moto3. En la carrera anterior, en Catar, un cuarto puesto le dejó a punto de pisar el podio, y llegaba a Jerez cargado de buenas sensaciones. Y el fin de semana pintaba bien, haciendo unos entrenamientos libres en los que se batió el cobre con los primeros de la parrilla. Salom estaba compitiendo con los mejores. Pero el sábado, en los entrenamientos de calificación, llegó el mazazo en forma de problemas en pista que le impidieron hacer un buen tiempo. A lo largo de todas las sesiones del fin de semana su peor resultado fue el 5º puesto. Calificó 19º. Y estaba enfadado.

Cuando llegamos a su hospitality para hablar con él y poder así escribir la crónica de los entrenamientos para este rotativo, de lejos vimos que no era buena idea. Todo se había torcido, saldría entre los últimos, y no era el mejor momento para recibir a unos plumillas venidos desde Mallorca. Teníamos claro que Luis no tendría ganas de hablar. Pero cuando el jefe de prensa del RW Racing GP le avisó de que estábamos allí, Luis Salom se giró, esbozó la mejor de sus sonrisas y se acercó a charlar con nosotros. Luis Salom era una gran persona.