El vehículo autónomo, ese capaz de conducirse por sí mismo sin ayuda de una persona a los mandos, tras el volante, es una realidad palpable desde hace ya mucho tiempo. Y no solo Google está invirtiendo en el futuro de la automoción. Marcas como Ford, Volvo o Audi han llevado un paso más allá los ya conocidos asistentes de frenada o de cambio de carril para conseguir vehículos capaces de llevarnos a donde queramos sin que accionemos ningún pedal y sin que toquemos el volante en ningún momento.

Mucho se ha oído hablar del coche autónomo de Google, otro de los más avanzados, y todo apunta a que las distintas administraciones tanto norteamericanas como europeas ya tienen sobre la mesa borradores de una futura regulación en la que los coches autónomos tienen cabida. Y no es para menos ya que las pruebas que se están haciendo en las carreteras de medio mundo hacen preveer que esta tecnología llegará antes de lo que pensamos.

Pero hay un pequeño problema: los seguros. La perfección, por muy avanzado tecnológicamente que esté el vehículo, no existe por el momento. Y tal y como ya se ha podido comprobar con el vehículo autónomo de Google, los accidentes ocurren. Eso significa que el seguro es necesario. Ahora bien: ¿de quién es la culpa cuando un vehículo autónomo provoca un accidente? Es la pregunta del millón que, a día de hoy, muchos se han planteado pero nadie ha sabido responder. Y es que, si yo soy un ocupante en mi coche autónomo, ¿soy yo el responsable en caso de un accidente o lo es el fabricante que ha diseñado el sistema que controla el vehículo? Y si vamos un poco más allá, ¿qué ocurrirá con el sector de los seguros de automóviles cuando la automatización elimine el factor humano, causante de los accidentes?