Mientras María Ke Fisherman, que está orgullosa de haber transformado a Hanna Montana en Miley Cyrus, vuelve con una colección transgresora, Etxeberría apostó por la riqueza de las plumas para soberbios abrigos y Teresa Helbig se decantó por la suntuosidad en la pasarela de Madrid Fashion Week.

Se puede decir que la moda española camina a buen ritmo porque durante la cuarta jornada de la MBFWM se ha visto talento, esfuerzo y unas colecciones realizas con tejidos y materiales ricos, que desvelan el interés que existe por la calidad y el trabajo artesanal.

Inspirándose en películas japonesas de los años setenta y ochenta, el dúo creativo que atesora María Ke Fisherman, María Lemus y Víctor Alonso, propone pantalones y faldas de charol y latex, prendas de pelo en tres dimensiones.

"Es ropa técnica de fantasía que juega con la tradición del punto artesanal", matizó Alonso acostumbrado a vestir a "celebrities" como Miley Cyrus, Katty Perry o Lady Gaga.

Cañera y "punky" pero también delicada, minuciosa y artesanal fue la propuesta de esta pareja que abandera el ganchillo y el punto con sello de identidad.

"María ha trabajo el punto desde niña, no le cuesta diseñar prendas de punto", contó Alonso, quien recordó que estas prendas se las siguen haciendo mojas de clausura.

Teresa Helbig afianza su trayectoria y vuelve a iluminar la pasarela madrileña con un canto de entusiasmo y una colección "extrovertida" y cargada de luz con la que quiere celebrar sus dos décadas en el mundo de la moda. "Nunca pensé en llegar hasta aquí y vamos a celebrarlo", dijo a Efe.

Una actitud entusiasta que se transmite a través de prendas con las que quiere homenajear a "todas las mujeres Helbilg", sin caer en una revisión del pasado, mostrando el proceso "evolutivo y creativo" que la ha llevado hasta donde está, ampliando fronteras en sus ventas en México, Nueva York o Suiza.

En el intento de retratar a cada una de esas mujeres, dibuja sobre la pasarela desde la bibliotecaria hasta la adolescente coleccionista o la romántica incurable, "incluso a una sofisticada loca por el 'running'" para la que propone coloridos pantalones superajustados de lentejuelas.

Sin caer en una revisión del pasado, el deseo de volar hacia el futuro se plasma en algunos diseños con una metáfora llena de simbolismo, colibríes bordados con hilo y pedrería en el borde de cuellos o estampados en los vestidos.

Románticas y muy atractivas resultaron las propuestas de noche, entre ellas, diseños de terciopelo bordado en oro o un vistoso vestido largo cuajado de abalorios negros, "como si fuera efecto caviar", cuenta esta catalana que ha cosido estas perlas negras una a una hasta crear un modelo que pesa seis kilos y que crea musicalidad al andar.

Muy artesanal y con pieles muy especiales, de mucho poderío, Etxeberría presentó una colección de abrigos, una prenda de la que se considera "un enamorado", quien vistió con uno de sus diseños a Woody Harrelson en la última película de la saga "The Hunger Games".

Abrigos largos hasta el tobillo, de corte recto y con mucho volumen protagonizan esta propuesta que combina mezclas de total actualidad, como soberbios cueros y carísimas pieles de pelo o con otras más inusuales, como las plumas y la porcelana.

Por primera vez trabaja las plumas de pato ánsar, una material con el que crea abrigos con foro de seda y costuras pulidas que, "solo se harán por encargo, si alguien se encapricha de ellos", dijo el diseñador vasco.

Sobre su experiencia en la pasarela de Nueva York, destacó que desfilar en esa ciudad supone una inversión en "posicionamiento de marca". "Verte en el canal ABC, con cuatro millones de espectadores, es además muy emocionante", aseguró.

El argentino Roberto Torretta celebró su veinte aniversario en la MBFWM con una colección "femenina, sensual y urbana", en la que fusionó la tradición de la alta costura con la modernidad, un atractivo matrimonio que siempre ha estado presente a lo largo de su carrera.

Sobre la pasarela apabulló la lencería de Andres Sardá, de líneas contundentes y definidas con contrastes gráficos, lentejuelas reversibles y tul bordado sobre un tul invisible a modo de tatuaje, una oda al lujo, a la sofisticación y a la sensualidad, más cuando aparece en escena un body-vestido que recordaba la estética de los años veinte.