A una "individua", me niego a llamarle persona, no se le ocurrió otra cosa que meter a su gato en la lavadora y poner en marcha el centrifugado de la misma. El animal, como pudo, consiguió sobrevivir. Sin embargo, la tortura acababa de empezar para él.

Su dueña, al ver que, inicialmente, no había conseguido su criminal propósito, decidió probar una vez más. Tras maldecirlo, sin sacarlo del interior, volvió a darle al botón. La lavadora se puso en marcha nuevamente mientras el gato intentaba desesperadamente escapar. Todo fue inútil. El tambor comenzó a girar infernamente con el gato dentro pero, esta vez, le fue imposible soportar los continuos giros. Murió, reventado por los golpes, ahogado por la asfixia.

Y ¿cómo sabemos todo esto? Porque la dueña, satisfecha y orgullosa por el resultado, lo grabó en vídeo y lo colgó en las redes sociales para horror de todos y disfrute de su ego.

Evidentemente, las reacciones no se hicieron esperar. Las protectoras de animales comenzaron a criticar los hechos y, rápidamente, se creó una recogida de firmas en change.org para denunciar a la culpable. Más de 300.000 personas han dejado ya en la misma su testimonio de repulsa. Sin embargo, la autora de los hechos no se ha venido abajo. Todo lo contrario. Amenaza con hacer lo mismo ahora con un perro.

Y me imagino que se estarán preguntando cómo es posible realizar una declaración de ese tipo con tanta impunidad. Supongo que la clave está en lo fácil que resulta hacerse con un animal de compañía en nuestro país, dada la falta de controles y el enorme volumen de abandono existente, así como en la suavidad de las propias leyes y la pasividad en la aplicación de las mismas.

Otra explicación no le encuentro porque, a estas alturas, esa especie de "energúmena" no sólo debería haber sido ya detenida, juzgada e ingresada en prisión, sino que, además, para potenciar la reinserción y educación penitenciaria tan de moda en estos días, debería no facilitársele acceso alguno a lavabo o ducha para su aseo personal en la cárcel. En su caso, con una buena lavadora de carga frontal en la que meterse sería suficiente. Quizás, así, por fin, comprenda lo que pudo llegar a sufrir aquel pobre animal.