Ser casa de acogida consiste en brindar un hogar temporal a los animales que necesitan ser rescatados de la calle, por una situación de abandono o de maltrato. Es el puente entre la situación en la que se encuentra el animal que requiere ayuda y la adopción final del mismo, para poder encontrar la familia que definitivamente lo cuidará y compartirá su vida con él.

Es importante explicarlo ya que de esta manera la gente que desconoce su existencia, puede entenderlo y así valorar si están dispuestos a colaborar de forma activa para salvar animales que necesitan ayuda urgente. Creo necesario mencionar también la importantísima labor que realizan. El trabajo que estas personas hacen es algo muy valioso, ya que normalmente se trata de animales enfermos o con traumas como consecuencia de la situación tan dura que han vivido. Les cuidan, les curan y les devuelven la capacidad de confiar en ese ser llamado humano, que tanto daño les ha provocado de una manera tremendamente injusta.

Pero lo más duro de las casas de acogida no son las noches sin dormir y las visitas al veterinario, sino cuando llega la buena noticia de que una familia quiere adoptarlos y tienen que separarse de ellos. Animales a los que han querido como si fueran suyos y con los que rompen ese vínculo mediante el mayor gesto de solidaridad que existe, dando prioridad al bienestar de los animales que necesitan ayuda ante su propio sufrimiento. Esta despedida es dolorosa, ya que aunque sepan que van a estar muy bien con su futura familia, el apego y el vínculo creado son tan fuertes que hace muy complicada la separación, viviendo un proceso de duelo de considerable intensidad.

Pero en el fondo saben, y creo que es con lo que deben quedarse, que gracias a ellos ese animal ha tenido la oportunidad de conocer una vida digna, de ser feliz y respetado como se merece. Y volverán a dar cabida a otro animal que les necesite y que ocupará su lugar en su casa, pero sin embargo en su corazón, cada uno tendrá su propio espacio para siempre.