Tras algún tiempo en barbecho, Juanma Bajo Ulloa (Vitoria, 1967) define Rey Gitano, su nuevo filme, como un catálogo de las peculiaridades nacionales que nos han llevado a donde estamos, "esta etapa de exposición, en la que casi nada es privado y sale a la luz lo que antes se ocultaba".

"Los más ingenuos lo ven como una degradación ética social. Sin embargo, no hay más basura, es la misma, pero expuesta", dice. Autor de excelentes retratos femeninos -en Alas de mariposa, por la que ganó un Goya, La madre muerta o Frágil- ahondando "sin juzgar ni idealizar" en el lado femenino del ser humano, cuenta su última historia a través de tres timadores y caraduras masculinos.

"Para mis comedias, transgresoras y tremendas, los hombres van mejor -indica-. No soportan esa dictadura de lo políticamente correcto que pretende que las mujeres aparezcan como heroínas o como víctimas. Es la razón por la que una industria ya de por sí nada valiente rechaza papeles femeninos que nunca se materializan".

A la hora de abordar, con humor, el "actual espectáculo político", no ve distinciones de género; sí de gustos y sensibilidades. "Las mujeres reaccionan peor con el humor negro, sexual o escatológico, y los hombres ríen menos con chistes sobre estética o parejas", dice. No acaban ahí las diferencias: "Ellas quieren ser felices y dejar una descendencia atendida. Ellos, ser felices y follar todo lo posible. Ambos juegan sus estrategias. Ambos lo tienen difícil".

No cree que las mujeres sean controladoras. "Sólo quieren saber todo lo que haces, piensas y sientes, por tu bien. No creo que las cosas irían mejor si el mundo lo organizaran ellas: ya lo hacen. Me gusta el tiempo que consagran a sí mismas, y no hablo del destinado al cirujano plástico. Denota su nivel de autoestima. Los hombres suelen usarlo para proyectarse en el éxito ajeno; el de su equipo deportivo", apunta.

Por ello, la invisibilidad de la madurez afecta a la mujer. "Cuando se ha sustentado gran parte de la valía en la atracción, antes o después llega el disgusto. En general -cree-, las mujeres de mi edad son gente preparada pero escépticas y frustradas. Han asumido mucho tiempo la idea de que pueden ser supermujeres, guapas, independientes y poderosas, y les cuesta aceptar que las han engañado y que lo que hacen, la mayoría, es no parar de trabajar".

Con ellas, se lleva de un modo "nada especial; tengamos en cuenta que pretendo acostarme con ellas". Cree en la pareja "como en los ovnis, los espíritus y el cine español". Y detesta a la mujer "victimizada, agresivo-acomplejada y, sobre todo, al modelo Esperanza Aguirre". En cambio, envidia su conexión con la naturaleza y el universo y la intuición que de ahí derivan".