Siete años de investigación, documentos y testimonios inéditos son la base de su libro. ¿Con cuál pensó que tenía una bomba?

Cuando conozco a Guillermo Velarde Pinacho, general de división y catedrático de Física Nuclear, autor de la bomba atómica de España. Esa bomba tiene mucho que ver en mi libro. Por ella tiene un final trágico Carrero Blanco, es cesado Arias Navarro, y por ella y la OTAN cae Adolfo Suárez. Otro documento muy importante data de 1968. Lo firma Kissinger. En él envía a cinco ministros del Gobierno de Nixon una nota en la que se decide apoyar a Juan Carlos como sucesor de Franco. De ahí arranca un patrocinio de EE UU que va a ser en realidad el precio del trono.

El material que ha descartado, ¿podría ser incluso más valioso?

No. Tengo mucho material que servirá para la biografía de Juan Carlos. Ahora me he centrado en cómo se fabrica un rey y me he detenido cuando jura. No he guardado, silenciado o enmudecido nada. No me censuro nada por temor ni por favor a nadie. Puedo haber callado algunas cosas que no construyen historia y son un zarpazo a la intimidad de alguien. No saco eso porque tengo un respeto a la dignidad.

Ha bebido de archivos particulares, ex altos cargos, funcionarios, traductores… ¿Se ha perdido el miedo o ha puesto más empeño, trabajo y dedicación?

Yo trabajo de lunes a lunes, de enero a enero y de sol a sol. Y no me hago trampas: si encuentro dos piezas que se contradicen necesito encontrar una tercera, una cuarta, una quinta… Me gusta el periodismo de investigación con todas sus íes: inteligencia, intuición, iniciativa, instinto, insistencia e independencia. Hay personas que han estado calladas, que no han escrito memorias y a las que nadie les ha preguntado por lo que vieron. A cierta edad les puede agradar contarlo. Aunque a veces tienes que enseñar la mitad del billete para conseguir el resto.

Ni con el rey ni contra él, dice. ¿Tendrá él la misma percepción?

Sé que no ha protestado. Tengo la impresión de que en Zarzuela ha agradado, y de que al rey le han sorprendido cosas que no sabía. El libro demuestra que se ha fraguado en la adversidad, que ha estado en una palestra muy severa y que se ha hecho a sí mismo, aunque en algún momento quede como un imberbe becario de Franco. Para mí el rey es el primero de los españoles, por jerarquía, y un lector más.

El precio del trono, cuenta, fue someterse a Franco, puentear a su padre y plegarse a Washington. ¿El más duro de los tres?

Son tres precios muy fuertes. El padre le envió a España a representarle, no a que le suplantase. Comienza a reinar sin legitimidad dinástica. El trono corresponde a su padre, y eso fue muy duro. Un hombre que fue capaz de romper con su padre para tomar solo el trono, por qué no va a romper con su yerno.

¿Qué precio paga ahora el rey para mantener el trono salpicado por el caso Urdangarin y con un apoyo social en momentos bajos?

El caso Urdangarin es muy feo, muy maloliente. El rey ya ha dicho cosas fuertes al respecto. Primero, que la justicia es igual para todos. Dos, ya les dije a estos señores que se fueran del país y que cesaran en sus actividades empresariales. Al parecer ha habido desobediencia por parte del yerno, y cuando una persona en la Familia Real desobedece queda fuera de ella. De momento, el rey lo ha apartado de la agenda de actividades reales. Están en un exilio o suspensión cautelar mientras se sustancia judicialmente.

Tengo la impresión de que los supuestos delitos han prescrito y de que quizá no haya una sanción penal. Pero su abogado ya ha dicho que si alguna actuación hubiese sido ilícita, Urdangarin pediría perdón. El rey es rey de los españoles, y tiene que estar atento a lo que ellos dicen. Una gran mayoría ya ha criminalizado a Urdangarin.

¿Cree que el rey está arrepentido de cómo pueden afectar a la Corona las parejas de sus hijos?

El titular de la Corona es el rey. Todo lo demás es opereta, figurantes y comparsas. El jefe del Estado es el rey, y el sucesor es Felipe, su hijo, y no Letizia. Por eso da igual si Letizia lleva tacones, el pelo de tal o cual manera, o si tiene un pasado. El rey es inviolable, según la Constitución, y eso le obliga a ser inmaculado, intachable, porque nos representa a todos. Todos los demás pueden salir de escena en un momento determinado. El rey ya ha reducido geométricamente la carpintería de la familia. Los españoles podemos cambiar la Constitución y la forma de Estado. No hemos hecho voto a perpetuidad con la monarquía. Podemos darnos una república, pero estar todo el día si queremos o no queremos a Elena o a Cristina, porque son figurantes.

¿Era Franco tan monárquico como para rechazar la opción de Alfonso pese a que podía haber convertido en reina a su nieta?

Nunca estuvo tentado por el nepotismo de hacer su propia dinastía. Creía que él era Caudillo de España por la gracia de Dios, pero lo demás no. Sabía que el heredero de Alfonso XIII era Juan, y de Juan a su hijo, pero lo que no podía era volver atrás, a Jaime, que había renunciado. Eso lo tenía claro. Alfonso podía haber sido, pero para Franco era un príncipe melancólico, triste y con mala suerte. Y los españoles no quieren príncipes con mala suerte.

Franco prefirió siempre a Juan Carlos. ¿Hubo conexión especial entre ellos desde el principio?

Parece que sí. El rey dice que no aprendió de Franco, sí del galleguismo. Pero por él sentía cariño y agradecimiento. Mira dónde llegó.

¿Qué queda del joven irreflexivo, egoísta, desinformado y con poca capacidad de sacrificio que describía Fontanar en su diagnóstico del entonces estudiante?

Es un hombre hecho a sí mismo. Desde que va a una palestra dura de aprendizaje como son las academias militares, cambia. Se fragua en la orfandad y en un ambiente muy hostil. Busca puntos de confianza: Sofía, Carrero Blanco, Torcuato Fernández Miranda… Pero se pueden contar con los dedos de una mano. Tiene en contra todos los elementos y se tiene que buscar la vida. Juan Carlos, dice, hubiera querido casarse con Gabriela de Saboya, pero optó por una princesa que le convenía más.

Gabriela no estaba muy enamorada pero, sobre todo, ni don Juan ni Franco querían, cada uno por un motivo. Fue un sacrificio. No se casa románticamente enamorado, pero sí convencido de que debe hacerlo. A partir de ahí Franco deja de ver a un príncipe inmaduro y ve a un hombre sólido. Sofía fue una alfombra roja hacia el trono.

¿Habría renunciado Felipe a doña Letizia por el trono?

Felipe me dijo: "Si mi padre se hubiese opuesto a mi matrimonio con Letizia, yo habría renunciado a ella, aunque hubiese sido el hombre más desgraciado del mundo". Dijo que no se casaría sin amor, y me habló de algunos que empezaron a reinar solteros. Hubiese renunciado a Letizia porque su deber es reinar, y no hacerlo sería una traición a su destino.

¿Cómo han sido las relaciones del rey con los sucesivos presidentes del Gobierno?

Con Suárez hubo buena química desde 1968. Esta complicidad se mantiene hasta que Suárez se niega a la entrada de España en la OTAN. Y como ese es uno de los precios que ha pagado Juan Carlos, Suárez es un estorbo y tiene que salir de escena. Leopoldo dice que sí a la OTAN, y le resulta útil.

Y llega el socialismo

Con Felipe González hay buena química y sintonía, pero lo que hace es poner al rey en su sitio muy lejos. Le facilita lo lúdico, sus placeres, sus deportes caros… El presidente se ocupa de la política exterior, y el rey no toca bola. Luego Aznar, y hay un momento en que el rey no quiere firmar la declaración de la guerra de Afganistán o de Irak, y de hecho no pasan por las cortes. Es una decisión del Gobierno. Pero Aznar también le hace un favor, porque le dijo que no desclasificaría los documentos del CSIC relativos al GAL. Eso agradó al rey, porque era una patata muy caliente. Queda Zapatero, con el que puede dar la sensación de que ha sido un poco como su padre, intercediendo para que Bush le saludara en público.

También profundiza en las relaciones de Carrero Blanco con los americanos y cómo sus planes podían enturbiar objetivos sobre las bases en España. ¿Una parte de la historia que se ha camuflado bajo las siglas de ETA?

A nadie satisfacía que el asesinato de Carrero fuese solo obra de ETA, porque no era capaz. Pero desde 1973 a 2012 se prefirió la ignorancia y no se indagó en el magnicidio. El fiscal general del Estado, en su momento, ya dijo que habían actuado otras instancias. La CIA sabía que iban a matar a Carrero y estuvo detrás de este asesinato. ETA fue el brazo ejecutor.