Un perfume a medida no es un invento reciente sino más bien una tradición olfativa que abarca más de dos siglos. El nariz François Rancé creó perfumes para Napoleón -Triomphe era su favorito-; en 1853 Pierre François Guerlain formuló su maravillosa Eau Imperiale para la emperatriz Eugenia, que todavía se vende bajo pedido, y ya en el siglo XX (1957) Hubert de Givenchy creó L´Interdit para su gran amiga y embajadora de sus creaciones, Audrey Hepburn. No es, por tanto, una idea nueva pero sí es una idea testaruda que vuelve a estar encima de la mesa. Por dos razones. La primera: a los ricos de toda la vida, capaces de pagar una cantidad indecente por plasmar en una fragancia la expresión olfativa de su carácter, se ha sumado una nueva clase adinerada de chinos y rusos a los que la idea...