Un industrial ruso, Sergei Shchukin, consiguió reunir la colección de arte más radical de su época. En él coincidieron virtudes que rara vez se juntan, una economía más que solvente, el gusto por el riesgo y la pasión por el arte moderno. “Llegó a comprar varios cuadros gigantescos de Matisse sin siquiera saber quién era”, ilustra Marina Loshak, directora del Museo Pushkin de Moscú. Gracias a su olfato bien entrenado, Shchukin logró juntar en su mansión de Moscú una importante colección de obras de la vanguardia francesa entre 1898 y 1914, cuando aún nadie las llamaba vanguardia. Parte de estas pinturas conforma la exposición Iconos del arte moderno, que hasta el 20 de febrero podrá verse en la Fundación Louis Vuitton de París. Una colección poco conocida en Occidente debido a que por razones ideológicas permaneció marginada durante casi 50 años. En octubre de 1918 Lenin en persona firmó la orden de nacionalización de 274 de sus pinturas, que acabaron mezcladas con la colección de su rival, y sin embargo, amigo Ivan Morozov (1871-1921) en el Museo Estatal de Arte Occidental Moderno. En 1948 Stalin repartió las pinturas...