Al menos veinte artesanos parisinos han de confeccionar a mano (y a medida) 50 diseños en enero y otros tantos en julio. Estos son los requisitos mínimos que la Chambre Syndicale de la Couture establece para poder formar parte del muy selecto grupo de firmas que pueden desfilar en la semana de la moda de la alta costura. Al fin y al cabo, se trata de ese mínimo espacio que Francia conserva para tratar el lujo como algo patrimonial, por mucho que algunos de sus miembros oficiales sean de otros países y, por supuesto, de que su clientela se nutra de otra cultura: esas afortunadas compradoras árabes que, manteniendo su estricto código de pudor, se sientan al final de las gradas pero llegan parapetadas por una larga fila de coches oficiales.