Alfombras que invitan a pasear por los colores y las texturas de los azulejos verde jade o azules del Shanghai de los años veinte. Sillas que recuerdan los asientos clásicos de la floreciente dinastía Ming o mesas y muebles auxiliares que parecen dibujados con trazos de los ideogramas kanji o la caligrafía kaishu. Extremo Oriente es una fuente de inspiración recurrente en decoración ya desde el siglo XVII europeo.

La llegada de piezas de arte y manufacturas chinas no transformó el arte occidental, pero sí creó una importante tendencia en los lenguajes ornamentales (chinoiserie). Ya en el siglo XIX, el japonismo abrió una influencia que todavía perdura.

Hoy, creadores de allá, como los arquitectos chinos Neri y Rossana Hu, con sus estilos altamente depurados, son disputados por las grandes marcas, mientras que creativos occidentales no han dejado de destilar y estilizar los rasgos más característicos de aquellas culturas en todo tipo de muebles y complementos, llevados a una lectura contemporánea más minimalista.