Un día, en la campaña del 82, que ganó el PSOE, le preguntaron a Felipe González en qué consistiría el cambio, que era su lema. "En que España funcione", respondió a la velocidad del rayo. La frase tuvo fortuna porque veníamos de un mundo en el que los coches no arrancaban por la mañana, los semáforos se fundían por la noche y las puertas que debían abrir hacia dentro abrían hacia fuera. No funcionaba nada, ni la policía, ni los jueces ni la Seguridad Social ni el tostador de pan. De ahí el éxito de la respuesta. Nos parecía imposible que de un día para otro dejaran de gotear las cisternas de los retretes, que Hacienda recaudara lo que tenía que recaudar o que el ministerio de Agricultura se dedicara a la agricultura. Pero bueno, González ganó las elecciones y Guerra pronunció aquella frase de que a España, tras el paso por el socialismo, no la reconocería ni la madre que la parió. Fue cierto. Con reconversiones industriales y todo, el país se puso a funcionar y eso lo reconocen incluso aquellos a los que la mera mención de Guerra les provoca urticaria.

Por eso, todo programa electoral debería poderse resumir en una frase. Se cuenta que cuando el productor de Los Soprano preguntó a su creador de qué iba la serie, éste respondió: "De las relaciones de un gánster con su psicoanalista". Y se la compró en el acto porque con ese argumento se la habría comprado cualquiera que se dedicara a la tele y que tuviera pasta. Por eso los electores compraron en su día la frase de González, porque prometía un huevo, con perdón. Triunfó con ella varias legislaturas, vale decir que estuvo varias temporadas en cartel y con una audiencia masiva. Hasta mis padres llegaron a votar al PSOE, y no solo por las vacaciones del INSERSO, con eso está dicho todo.

Ahora Rajoy ha copiado el lema que usó el PSOE en aquella campaña: Por el cambio. Pero nadie le ha preguntado en ninguna rueda de prensa (entre otras cosas porque no las da) en qué va a consistir el cambio. Pero nosotros lo sabemos: en que España no funcione. De hecho, ya empieza a no funcionar en las comunidades donde gobiernan los suyos. O sea, el eterno retorno.