Cambiando de tema, pues hay demasiada intensidad en el ambiente, además de las cenizas de segundo volcán impronunciable de Islandia. Por desdramatizar, que hay mucha izquierda llorando como cocodrilos lo que defendieron reculando como cangrejos. Vienen nuevos tiempos, como mínimo distintos, con flamantes mandatarios grandes defensores de la familia tradicional y felizmente casados (también hay alguna fémina testimonial) y lo mismo traen a nuestros horizontes informativos un regalo inesperado en forma de ´señoras que conocen bien a sus esposos´, y que nos pueden dar algo de juego informativo, o como mínimo simple entretenimiento. Porque no serán todos tan pluscuamperfectos como relatan los resultados electorales, ¿o sí? Para salir de dudas, no nos irían nada mal señoras como la mujer del primer ministro japonés Naoto Kan, de quien soy fan declarada. Se llama Nobuko Kan y lleva cuatro décadas casada con el mandatario. Para que se hagan una idea, pocos días después del tsunami, y cuando la alarma nuclear por el accidente en la central de Fukushima estaba en su mayor grado, ella se manifestó ante la prensa tremendamente preocupada. "Mi marido no es la persona adecuada para sacar a Japón de esta crisis. El hecho de que él esté al frente del país en este momento tan delicado es un enorme peligro para todos nosotros", vino a decir, palabra más, palabra menos, siempre hay matices que se pierden en la traducción.

No quiero imaginar el ambientillo en la cena de la pareja, esa noche en concreto. Que exista alguien en el mundo capaz de verbalizar lo que piensa con tanta naturalidad me llena de alegría. Y que la dejen a su libre albedrío los asesores de su ilustrísimo prójimo, suma al gozo perplejidad. El señor Kan, conocido por su mal humor como ´Ira-Kan´, lleva con deportividad el hecho de compartir vida y dos hijos con este sincerísimo ser humano, quien además es su prima hermana, que no le devuelve precisamente la mejor imagen de sí mismo cuando le mira a los ojos. Le debe ayudar el budismo a semejante esfuerzo de aceptación. Al poco de ser elegido para liderar a la segunda potencia del mundo, la inefable Nobuko publicó un libro cuyo título lo dice todo, o casi todo: ¿Y qué demonios va a cambiar en Japón ahora que tú eres primer ministro? En efecto, no se trataba de lenguaje metafórico, pues en su interior la autora cuestiona la solvencia del prócer, argumentando que carece de "talla de estadista" y encuadrándolo en uno de "los muchos pesos ligeros que abundan en la política japonesa". Y zanjaba cualquier intento de afear su conducta: "Me cuestiono si es bueno que este hombre sea primer ministro porque le conozco bien". Difícil llevarle la contraria

El volumen ha sido superventas en Japón, por descontado, cosa que al consorte retratado como un tipo sin gusto en el vestir, con una oratoria limitada y un absoluto inútil en el hogar, que no sabe cocinar ni el plato más sencillo, "malcriado" primero por su madre y luego por la propia Naboko, no ha parecido importarle, al contrario. "Tengo a la oposición en casa", comentó entre risotadas a la prensa. Y quiero pensar que le pidió a su mujer que le firmase un ejemplar, y que ella lo hizo encantada, con la dedicatoria cariñosa que le escribiría a un perfecto desconocido.