"Un juego implacable que despertará sus instintos depredadores y su crueldad intrínseca". Así presenta el fabricante de Plan Social su juego. Toda una declaración políticamente incorrecta para los tiempos de crisis. Cuando la casa de edición Arplay, creada en 1999, lanzó el juego el pasado noviembre no podía imaginar la gran acogida que tendría. Ni estrategias de venta ni campañas de marketing. Ha funcionado el boca a boca y, gracias a ello, en dos meses esta empresa ha vendido los 3.000 juegos que había fabricado y ha tenido que encargar una tirada de 10.000 más ante la avalancha de peticiones recibidas.

"¡Despida a todos sus asalariados y deslocalícese en China!", incita la carátula del juego que presenta a éste como el preferido de los "grandes patronos".

La baraja se compone de 52 cartas representativas de trabajadores de seis sectores de actividad económica, y con un número de puntos determinado en función de su escalafón profesional.

Despedir a un directivo otorga así mayores calificaciones para el jugador que a un obrero, mientras que las categorías llamadas "protegidas", como las trabajadoras embarazadas o los delegados sindicales, se encuentran entre las más cotizadas.

Los jugadores son accionistas de una empresa y cada carta representa a un empleado. La jerarquía empresarial también está representada en la baraja: cuadros superiores, técnicos, obreros, inmigrantes sin papeles, becarios, etcétera. Según las reglas del juego, cada participante recibe siete cartas, y el primero que logra deshacerse de todos los empleados completa su Plan Social nombre para referirse a despidos colectivos equivalentes a los Expedientes de Regulación de Empleo (ERE) españoles, explicó el editor de la baraja, Stéphane Daniel.

Daniel puntualizó que 2.000 unidades de la nueva tirada ya han sido reservadas por los comercios, y afirmó que ha recibido ofertas de distribuidores de Canadá y Suiza, así como de una editorial española, para comercializar el juego en estos países.

Desde los sindicatos, el secretario confederal de la Confederación General del Trabajo (CGT, primera central francesa), Maurad Rhabi, opinó que se trata da "un juego macabro en el que se bromea con la situación dramática de miles de trabajadores".

"¿Hasta dónde llega el juego y dónde comienza la realidad?", se preguntó el líder sindical, que alertó de la "banalización" de los despidos.