Sin esforzarme mucho, me vienen a la mente al menos tres casos muy cercanos de personas que sufren Alzheimer o algún tipo de dolencia senil grave e incapacitante. En todos ellos se produce la misma secuencia: se detecta la enfermedad, la familia se vuelca, se coloca al afectado en una lista de espera para un servicio público, se acaba pagando una atención privada y buscando a un cuidador, con la consiguiente sangría económica (hasta 3.000 euros al mes) y su desgaste emocional. Ni esforzándome mucho puedo mencionar un solo caso de enfermo que haya sido cobijado directamente por el Estado, eludiendo el calvario para sus seres queridos. Debo estar rodeada de ineptos en materia burocrática y de gente con mala suerte. El envejecimiento de la población y blablablá hacen que resulte imposible garantizar el cuidado de todas las personas que lo precisan y lo precisarán, se excusan quienes en teoría viven de resolver los problemas y no sólo de diagnosticarlos.

Mientras tanto, en Palma se ha expedientado a la Asociación de Familiares de Alzheimer porque debido al recorte de subvenciones tuvieron que mudar su centro de día a un local que no posee las necesarias condiciones y despedir a parte de su personal. La misma administración que abrirá el hospital de Son Espases sin licencia. La misma administración pública que seguramente mantiene en una lista de espera interminable a los afectados allí reunidos planea multar con entre 60.000 y 600.000 euros a la entidad que, malamente y como puede, se ocupa de ellos para que sus extenuados allegados se desahoguen unas horas. Y encima se cuelga la medalla de velar por la seguridad y la integridad de los enfermos. A eso le llamo yo excelencia en la gestión: a falta de acciones, buenas son inspecciones.

Y no es que a nuestros políticos no les mole el Alzheimer, que les mola. No falta ni uno cuando Pasqual Maragall presenta una exposición de sus fotografías que ha sacado con el móvil, un libro sobre su experiencia con este mal, o un documental donde se narra su declive. Todos corren el Día Internacional de... a inaugurar charletas y conferencias, a rendir homenaje a Adolfo Suárez y a hacerse la foto y luego se olvidan; la falta de memoria es contagiosa. Los únicos que permanecen al lado del paciente el día después son los familiares, que anuncian la inviabilidad de la entidad que les agrupa en Mallorca porque las ayudas públicas se retrasan, o se recortan o se niegan, y ahora encima les puede venir una sanción imposible de asumir. Me pregunto a qué destinarían nuestros próceres el dinerito que le pueden sacar a la Asociación de Familiares de Alzheimer: ¿A un viaje del President Antich a Panamá para vender nuestras excelencias turísticas? ¿A publicarle la tesis doctoral en forma de libro al novio de alguien? ¿A colocar como asesora a esa chavala tan maja del partido? ¿A pagar las lujosas ediciones del plan de reforma de la Platja de Palma que nunca se hará? Ay, Dios, hay tantas necesidades básicas que cubrir en estas islas que se deberían multiplicar las inspecciones sobre todas esas entidades de discapacitados y grandes dependientes que van tan sueltas, tan a lo suyo.