–Para que se haga cargo del tipo de entrevista: "¿Quién ganará las elecciones catalanas?"

–Ganará CiU, pero no se dará el paseo triunfal que pronostican los sondeos. Montilla ha sido un presidente sólido, pero ha topado con la falta de lealtad interna de sus socios del tripartito. La necesidad de defender el Estatut ha solapado su gestión progresista.

–¿Montilla pena por cordobés?

–Ha sido objeto de una campaña de desprestigio personal, pero no por cordobés, sino por advenedizo y por estar fuera de las grandes familias catalanas. El nacionalismo ha sido inmisericorde con el acento y la seriedad de Montilla. Ha pagado el precio de no ser populista en el siglo XXI, de aquí a diez años se valorará positivamente su transformación de Cataluña.

–El oasis catalán estalla con el Palau.

–El descubrimiento del escándalo le ha ido bien a Cataluña, porque es un gran delito de Millet, pero un gran pecado colectivo. Se ha destapado el peso excesivo de amiguismos y contemplaciones, el "dejar hacer" de que se beneficiaba la clase burguesa dominante.

–¿Los catalanes no pueden ser españoles?

–La mayoría de ciudadanos se consideran españoles y catalanes pero, antes que vivir en un Estado centralista, se declaran independentistas. Hay una España posible en la que cabe Cataluña, y hay otra España en la que Cataluña no cabe.

–También Zapatero les ha abandonado.

–Zapatero se ha rendido. Aterrizó con ideas claras sobre la España plurinacional pero vive en Madrid, feudo de la derecha nacionalista. Se ha ido encogiendo. Con el traspié de la tregua, sintió moverse la tierra bajo sus pies, y rectificó. Se distanció de la izquierda catalana, que había ayudado al PSOE a gobernar en Madrid.

–¿Zapatero ha de volver a presentarse?

–No es el candidato ideal, pero el PSOE muestra mucho pudor a mirar a los ojos la situación que plantea la necesidad de que Zapatero no repita como cabeza de cartel.

–Empezó en deportes, como los grandes.

–Sufrí el racismo interno de las redacciones contra el periodismo deportivo. Mi director me dijo, "no desperdicies la firma haciendo deportes, busca un pseudónimo", así que firmaba Antonio Bigatá. Pasé a política cuando voló Carrero Blanco.

–Un día se cruza usted con Antonio Asensio.

–Fue un flechazo. Me dijo que había ganado mucho dinero con Interviú, y que le gustaba la prensa regional francesa. Le repliqué que en Cataluña no funcionaría, y le propuse un periódico popular de izquierdas. Me pidió dos folios y esa misma medianoche nació El Periódico. Asensio tenía una gran intuición.

–Así llega usted a la dirección.

–Sin haber trabajado nunca en un diario popular. Me asustaban los excesos de Interviú, pero El Periódico funcionó como un tiro. En dos meses estábamos en 50 mil ejemplares, en tres años alcanzamos los cien mil.

–¿´La Vanguardia´ contra ´El Periódico´ es un duelo extraño por pacífico?

–La relación surge de entender que la competencia está en el quiosco. Manteníamos una guerra limpia, sin la enemistad de los diarios competidores en Madrid.

–Sin embargo, ambos diarios representan visiones antagónicas del periodismo.

–Siendo muy distintos, nunca los vi como enemigos. No se escribían editoriales de un diario contra otro, las querellas gremiales aburren soberanamente a los lectores.

–¿Llamaban los ministros?

–Sí, pero las presiones forman parte de la normalidad, el problema está en la entereza de los directores. A menudo son los redactores quienes no mantienen las distancias. He tenido a víctimas del síndrome de Estocolmo, que anteponen su ideología a los medios en que trabajan.

–Un periodista no puede tener buen corazón.

–Soy gordo, y no me he cuidado como debo. En 2005 sufrí un infarto y me aconsejaron dejar la dirección. Me comprometí a rebajar la intensidad, y pedí el relevo dos años más tarde, sugiriendo que buscaran a una persona más joven y con competencia en el terreno digital.

–¿Cada ciudadano, un periodista?

–Hay que desmitificar el periodismo ciudadano, en el que no creo. Una persona inmersa en un embotellamiento no es ideal para describirlo, desconoce sus causas y extensión. Cada ciudadano es una fuente de información, el periodista es un profesional.

–¿Qué es lo más duro que se ha dicho de usted?

–Guardo un editorial de Fuerza Nueva, donde me describían como "un español que no merece serlo, y que no merece tampoco su apellido". Creo que el Franco es lo que más les dolía.