El vómito del volcán islandés, como la crisis, parece el resultado de una mala digestión. La historia se podría estudiar sólo desde una perspectiva digestiva. Durante la Transición, por ejemplo, nos tragamos un bolo alimenticio que no había manera de metabolizar. El pacto entre franquistas y demócratas se firmó bajo la amenaza de un golpe de estado (o de varios), de modo que cerramos los ojos, nos tapamos las narices y nos llevamos a la boca la cuchara llena hasta los bordes de bazofia. Como gente bien educada, los participantes en el festín aseguraron que el guiso era perfecto. Fue un guiso que dio la vuelta al mundo. La transición de la dictadura a la democracia devino en el estofado de moda en la prensa internacional. Viajara a donde viajara uno, le preguntaban por los cocineros. Uno tenía sus dudas. Una dictadura de 40 años da para muchos crímenes, para miles de tropelías económicas, para infinidad de torturas. Chocaba que los criminales, los ladrones y los torturadores se fueran de rositas. Pero en los cuarteles había ruido de sables y no era cuestión de volver a jugársela. Apuramos el guiso hasta las heces, en fin.

Pero el estómago de la historia tiene sus propias leyes. A ti pueden gustarte los callos, y te los puedes comer, pero si tu aparato digestivo es frágil, lo pagarás caro. Lo que ahora se manifiesta es el aparato digestivo de la historia. Perdido el miedo al golpe de Estado, la gente quiere saber qué fue de sus muertos, incluso quién los mató. La gente necesita averiguar quiénes torturaron a sus hijos, quiénes robaron sus tierras, quiénes se enriquecieron a costa de las víctimas. Y si no hay en España instancias judiciales dispuestas a realizar ese trabajo, se recurre a las instancias argentinas, o guatemaltecas. Lo que no se puede digerir no se puede digerir.

El volcán islandés es la metáfora de la furia con la que sale al exterior lo inasimilable: que paguen la crisis, por ejemplo, quienes no participaron en su construcción. O que los curas pederastas vayan de víctimas. Como si las empresas de alimentación intuyeran que la digestión es la protagonista de nuestra vida, gran parte de la publicidad de la tele (cereales, yogures, zumos.) trata de estos asuntos. Todo es digestión.