El lamento de Maria Antònia Munar al rato de salir de prestar declaración en el Tribunal Superior de Justicia de Baleares como imputada por el Caso Can Domenge, "los políticos sufrimos la pena del Telediario", me llama la atención por dos motivos. Primero, porque renuncia a un clásico que suele dirigir la conducta del gremio al que pertenece: "Que hablen de nosotros, aunque sea mal". Segundo, porque procede de quien, en su calidad de presidenta del gobierno de Mallorca la legislatura pasada, creó una televisión propia para la isla, y cuyo partido UM se quedó en el reparto del actual Pacto de Progreso con la dirección del canal autonómico IB3, cuando podría haber elegido, por ejemplo, Asuntos Sociales. Hete aquí, supongo, las "alegrías" del Telediario. Presupuestarias y de contenido.

En los tiempos de antaño, nunca escuché a MAM quejarse del seguimiento al que era sometida en ferias, inauguraciones y saraos de todo tipo. Todo lo contrario. Entonces le gustaba más una cámara que a Belén Esteban un estampado de leopardo, por poner un ejemplo de animal catódico a su altura. Que los políticos en activo y en pasivo ya gasten más tiempo camino de los tribunales que de bolos propagandísticos por el archipiélago, toda una noticia, no es culpa de los compañeros de los medios de comunicación audiovisuales. Se le llama actualidad. El género informativo "corrupción" no lo hemos inventado los periodistas que, a duras penas damos de sí para abarcarlo en toda su magnitud.

Al acabar su particular calvario judicial, MAM prefirió decir la suya en el Parlament que preside, lo que tampoco es cuestión baladí tratándose de una doctora en Derecho de nuestra Universitat de les Illes Balears, que pasó con nota la importancia de la separación de poderes en democracia, y que en ejercicio de sus funciones pronuncia la palabra ´instituciones´ cuarenta o cincuenta veces al día. Si trabajase para una empresa privada, el gerente de turno hubiese impedido el uso de la sede de la compañía en evitación de un daño irreparable a su imagen, pero qué más da. Sólo se trata del legislativo autonómico. No admitió preguntas de la prensa, otra pena para el Telediario, y para los demás vehículos del derecho de los ciudadanos a estar informados. O sea, que en lugar de apostar por los noticieros, se inclinó por un monólogo, como hizo en su momento Paquirrín. El citado chavalote consiguió un lavado de imagen que nadie se atrevería a discutir y por lo visto ha creado escuela entre los políticos.

Nos falta fijarnos en la claca que acompañó a MAM en su declaración judicial, formada por altos cargos de su partido. Los mismos que hace un mes se ausentaron de sus puestos de trabajo por espacio de dos semanas en el vodevil de la ruptura del Pacto de Progreso del Consell, volvieron a pedir horas libres para esperarla y vitorearla con ganas. Edificante. De modo que, atrapados los telespectadores y/o contribuyentes entre el Sálvame de luxe y el Club de la Comedia, con sus risas enlatadas y sus aplausos a golpe de silbato, pocos podrían afearnos que prefiramos el Telediario, por mucha pena que dé. Aunque, señora Munar, siempre nos quedará el zapping.