Admiro al aguerrido tenista Verdasco en Australia, y me pregunto si a éste también tendremos que pagarle mil millones de pesetas cuando se consagre, o si se los repartirá con el otro. Toni Nadal, creador del monstruo, no confiaba en que su sobrino y discípulo alcanzara las semifinales del abierto australiano, pensaba estar de vuelta en Mallorca antes del fin de semana. En cuanto a mi veredicto, en la tierra de los canguros no se ha visto nunca a nadie jugar como lo hace el fulgurante mallorquín, incluidos Laver o Newcombe. Por tanto, prepárense para una invasión de turistas australianos a nuestra isla. ¿O no?

Si una concejal vigente del PP ha agarrado seis mil euros de las arcas públicas funerarias para pagar viajes a sus familiares, la situación no se redime con la devolución estricta años después. ¿O nos ha pasado inadvertida alguna reforma legal posterior a Rodrigo de Santos? Los billetes de avión macabros serán utilizados como exvotos por Catalina Cirer, jefa del descarrío y cuyo mandato municipal compite encarnizadamente por igualar en capacidad sustractiva al Govern Matas.

A eso íbamos. Al ufanarnos de haber acuñado la palabra palacete para definir la mansión de James Matas, no imaginábamos que la Guardia Civil nos desarbolaría en ingenio, para bautizar Operación Buckingham a la investigación del excelente aprovechamiento patrimonial del mallorquín de Miami. Por tanto, a partir de ahora hablaremos de "El palacete de Buckingham" -o Buckingham Palacete, para quienes dominen el Shakespeare-. En una carta a El País, el político de tomo y lomo desliza algunas inconcreciones o incorrecciones sobre su magnífica segunda residencia palmesana, que nos apresuramos a corregir.

Habla Matas de un desvencijado "piso antiguo" con solo "450 metros" cuadrados. El Registro de la Propiedad disiente. Empieza por reseñar que la "superficie construida" es de 476 metros cuadrados. A esta nimiedad, se le debe añadir una "terraza trasera" de 24 metros cuadrados, otra "terraza-balcón" de nueve metros cuadrados, las "antiguas caballerizas" de 60 metros cuadrados hoy rehabilitadas como despacho, una "escalera noble que da acceso sólo a esta vivienda", la "galería exterior" y, agárrense, un "jardín" de 160 metros cuadrados con palmera tropical incluida en pleno casco antiguo.

Nos aproximamos así a los 800 metros cuadrados, que Matas recorta a la mitad con su proverbial humildad franciscana. El desaparecido se refiere a continuación a los "252 mil euros" de valoración catastral del palacete de Buckingham. Esa superficie, rehabilitada con primor en la calle Sant Feliu, se acerca más a los mil millones de pesetas que a los miserables 40 en que intenta desacreditarla el Catastro, seguramente por inspiración de Zapatero.

Los propios dirigentes populares se mofan de la endeblez argumental que delata la apelación a la valoración catastral, pero hay más. Matas resalta que la casa pertenece "a toda la comunidad de siete propietarios", sólo le falta precisar que la calle Sant Feliu y la ciudad de Palma tienen otros vecinos. En su modestia, omite que -de nuevo el Registro- su mansión "ocupa toda la extensión de la planta primera". Es decir, su palacete desborda en superficie a la suma de los otros residentes. Y dado que el ex president habita en Estados Unidos según propia confesión, estamos hablando de un palacete de verano de 800 metros, a partir de un sueldo público. Por lo tanto, los hipotecados se quejan de vicio. Que aprendan de su líder. Por cierto, escribe que su singular cuñado trabaja en "un banco". Es en realidad una caja de ahorros, extraño lapsus en un brillante economista.

Y dado que frecuentamos la crítica a Rosa Estarás, superviviente del dúo Matas/Estarás, admitamos que desentenderse de la suerte de su antiguo jefe es la jugada más inteligente de su sobresaltada presidencia del PP balear. En fin, enviamos dos mallorquines al programa No tengo respuesta para usted y ambos preguntan sobre dinero. No se han enterado de que viven en una isla donde 800 metros a todo lujo cuestan 40 millones de pesetas.

Vivimos tiempos de incertidumbre absoluta salvo que la incertidumbre, por propia definición, sólo puede ser relativa. Aprovecho para rendir pleitesía a Ella, antes de que el apocalipsis nos alcance:

-Estoy tan obsesionado con la inestabilidad laboral, que me siento en la silla del dentista y pienso que va a despedirme.

-Así comprenderás la zozobra que embarga a mis amantes durante cada minuto que pasan conmigo.

Cierto, Ella ha despachado a tantos varones que la contratan para dar charlas de inspiración al departamento de recursos humanos de General Motors.

Cuando un cargo público dimite repentinamente de sus elevadísimas responsabilidades a media carrera, ante el estupor de sus correligionarios que le reprochan la deserción del momio que le habían cedido, suele pensarse en el dinero, pero en Mallorca ocurre por amor. O por amor y dinero a la vez, ya me entienden. Lo comprendo, porque algo muy parecido me sucedió a mí cuando conocí a una gallarda brasileña de 25 años y 60 euros. Estuve a punto de renunciar a mi profesión -no se hagan ilusiones-, la invité a Madrid para que visitara las altas instituciones del Estado. Y del roce surge el cariño pero, la próxima vez que contemplen a un político varón -a derecha o izquierda- denunciando "la lacra del sexo de alquiler", abucheen con fuerza.

Los premios a la película El lector, con Kate Winslet, deben servir para recuperar la imprescindible novela del mismo título. Bernhard Schlink escribió un libro a la altura del Chesil Beach de Ian McEwan. El reestreno de Escondidos en Brujas -en versión original- concede una segunda oportunidad a quienes se perdieron el fugaz pase inicial de esta joya, sólo recomendable para amantes del cine sin contemplaciones. Octogenario en plena juventud, el combativo sacerdote Joan Francesc March presenta el jueves en La Real su libro premiado. Acabamos con una estrofa de su elegía por Son Espases, hoy pasto de los zopilotes. "Per temor dels qui dominen,/ per cobdícies insaciables,/ testes honrades s´inclinen/ i els bons tornen miserables".

Reflexión dominical enarbolada: "Una bandera tan anodina que nadie sentía impulsos de quemarla".