Lo han conseguido. Los angustiosos mensajes sobre la pésima coyuntura económica que nos envuelve han calado en la ciudadanía. Si el paro sube y subirá, si el Euríbor ha multiplicado la mensualidad de la hipoteca, si España no crece ni crecerá, si ponerle gasolina al coche es mucho más caro, si la factura de la luz se dispara, ¿cómo resistirse a comprar supuestamente barato? En semejante páramo financiero, todos hemos salido a la calle dispuestos a ahorrar gastando, y hemos vuelto a casa con una bolsa de plástico que contiene dos camisetas fabricadas en algún paraíso asiático, de esas que a la segunda lavada se retuercen sobre sus propias costuras y no hay manera de enderezarlas, de modo que ya sólo sirven para ponértelas cuando vas a la playa; y un vestidito negro que resulta ser idéntico a otro que cuelga en el armario desde hace cuatro años. Pero con la satisfacción del deber cumplido, y algo aliviados psicológicamente por tirar del mercado como leales consumidores.

Ignoro si, de verdad y como lamentan los comerciantes, no se ha vendido la ropa de esta temporada por culpa de la crisis y del mal clima. Sí estoy segura de que cuando yo salí de rebajas el lunes dicho material de rabiosa moda no se exponía al público. O todos los buscadores de gangas madrugaron más que yo, o las prendas del pasado, como los ex novios, siempre vuelven. Esas montañas de tejidos excedentes a mitad de precio, en colores inverosímiles y sólo talla S o XL, regresan a las estanterías con terquedad y, mientras haces cola en el probador, tiendes a pensar que hasta que no se esfumen milagrosamente no se cerrará un ciclo y empezará otro. Como en el chiste: "Papá, ¿cuándo comeremos pan de hoy? Mañana, hijo, mañana", lo mismo dentro de un lustro puedes adquirir un vaquero de este año. Aunque será difícil acabar con ese perchero cargado de cazadoras antigualla de imitación piel en el que se apoya un marido agotado y bostezante. (¡Chicas! ¿Por qué torturáis así a vuestros hombres, obligándoles a acompañaros a las rebajas? ¡Ocupan un montón de sitio en las tiendas, mientras deambulan de un lado para otro, y no nos dejan revolver a gusto!)

Así las cosas, a los dos días de iniciarse las patronales del sector ya han advertido que la campaña de verano será un rotundo fracaso. Llorar es gratis. Por lo que a mí respecta, lo corroboro: un top de fantasía para esas fiestas a las que luego no voy, un pantalón que de momento no me cabe, pero todo se andará, y un vestido de la temporada próxima que no tenía descuento, pero que me evitará acudir a las rebajas de invierno. Espero que semejante saldo ayude a reflotar el barco. Yo ya he hecho todo lo que estaba en mi mano. Es el único "último grito" que me puedo permitir.