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Maldeojos

Riguroso directo

´Velvet´ le ha dado a Antena 3 momentos de gloria televisiva, con datos de audiencia envidiables. Es curioso que muchos medios, incluso la propia cadena, hayan destacado que la serie hará historia en televisión al emitir en directo algunas escenas de su capítulo final. Queda mono, pero no es así

A la derecha, Paula Echevarría, protagonista de ´Velvet´. A la izquierda, Susana Griso, al frente de ´Espejo público´.

Si los planes no cambian, el próximo miércoles, 21 de diciembre, Velvet no sólo acaba sino que mantendrá en vilo a la audiencia con el anuncio de que parte del capítulo, es decir, algunas escenas, se harán en directo. Dice la cadena que ese capítulo quiere ser "un evento televisivo único". Seguro que alguna de esas escenas, reservadas con un tratamiento tan espectacular, tan infrecuente, tan fuera de la norma, revela algo muy gordo en la historia, coronándola con una guinda que hará las delicias del espectador. Si hacemos memoria, y para eso tenemos a San Google, el capítulo 200 de 7 vidas, ficción mítica que emitía Telecinco antes de que se especializara en morcón triturado para el desayuno, la comida, y la cena, se hizo en directo, para el público que siempre asistía a las grabaciones, y para los espectadores de casa. La cadena, y Atresmedia en pleno, le está dando publicidad al final de Velvet con cortinillas, programas especiales, y llevando a los actores a sus magacines y programas. La casa por la ventana. ¿Habrá lío entre la modistilla que nació en humilde cuna, Paula Echevarría, y el apuesto galán, rico y por muchas damas de la época deseado, Miguel Ángel Silvestre, dueño de los almacenes donde trabaja el personaje de Echevarría? Recuerdo ahora que este año, cuando Velvet pasó por el FesTVal de Vitoria, los actores de la serie, incluyendo al circunspecto José Sacristán, y a la cascabelera Marta Hazas, lloraron ante los medios por la emoción de saber que la historia llegaba a su fin, que no habría otra temporada. Velvet le ha dado a Antena 3 momentos de gloria televisiva, con datos de audiencia envidiables. Es curioso que muchos medios, incluso la propia cadena, han destacado que Velvet hará historia en televisión al emitir "en riguroso directo" algunas escenas de su capítulo final. Queda mono, pero no es así. La mentada 7 vidas echa por tierra la afirmación. Mucho más si hacemos memoria y nos vamos al "riguroso directo" de Estudio 1, donde algunas obras se representaban en TVE así, en directo, a pelo.

Nadia y ¿sus padres?

Casi en riguroso directo seguimos asistiendo al supino error de la tele, sobre todo la tele, que necesita carnaza para ir tirando en según qué programas, al hacer de la historia de Nadia un guión donde el drama, la esperanza, y unos padres corajudos que luchaban contra una enfermedad metabólica, la tricodiodistrofia, iban escribiendo capítulos sin advertir que el papá de la niña, Fernando Blanco, avispado fullero de corazón turbio, en realidad manejaba la enfermedad de su hija como una empresa en connivencia con la madre, Margalida Garau. Pasearon su dolor por todos los platós llevando a la criatura a que besara a las presentadoras estelares como se besa a la santa del pueblo, que se derretían en lágrimas al saber que la cría, si no conseguía el dinero necesario para sus operaciones, podía morir en un suspiro que, ahora, sabiendo lo que sabemos, ha sido un suspiro que ha durado años, los años del teatro de la compasión diseñada por estos, al parecer, estafadores profesionales, según el auto decretado por el juez, que metió al padre en prisión, a la madre la dejó en libertad, y a la niña fuera de su influencia, dada en custodia a una tía suya, según vi en La 1 en el Telediario, que dedica un bloque tan oscuro a los sucesos que tuve que mirar varias veces la mosca identificativa de la cadena para estar seguro de que no era Pedro Piqueras y su periodismo de semen y sangre, fuego y truco. Por cierto, en conexión con Lleida, Ana Blanco da paso a la crónica de Joana Sendra, a las puertas de la cárcel de Ponent, que añade un poco más de tensión y perplejidad a la historia al decir que el juez que lleva el caso duda de la paternidad de los padres de la cría, por lo que ha pedido pruebas que lo atestigüen. El monstruo se ha hecho inmenso, de nuevo, bajo los cálidos focos de los platós. Hasta Susana Griso, la otra mañana, con cara rígida de pillada como un corderillo, y Alfonso Egea, también de Espejo público, pasaron el vídeo privado, enviado por los ¿padres de Nadia? a Susana donde estos facinerosos le hacían hacer ¿a su hija? carantoñas para ablandar el corazón de la presentadora y ésta, conmovida, apoyar la causa de la niña.

¿Justicia o venganza?

La historia chusca de Nadia, vista ahora en rigurosos lamentos de beatas compungidas, es como lo de la economía, cuyos analistas se ponen farrucos escrutando la situación a toro pasado, viendo indicios en él que en el presente no olfatean. Ahora, igual. Veo a Albert Castillón en Espejo público, igual que a otros colaboradores del programa de Ana Rosa, analizando paso a paso, con expertos en comunicación gestual, las evidencias de la trola de los padres que en su momento no advirtieron cuando eran llevados a los platós, colaborando, sin percatarse, con la estafa. No sé si alguna cadena se pondrá al frente para pedir justicia o venganza. De hecho, ya lo están haciendo. Una cosa y la otra. En televisión, todo vale. Antes ensalzaban al impostor. Hoy, leña al mono. Contado todo al segundo, sí, en riguroso directo subidos al carro del nuevo giro de la historia. Justicia o venganza, escribía. Eso es lo que ha de dilucidar antes del lunes la audiencia de Mar de plástico, que emite su último capítulo el 19, no en directo pero sí decidiendo una opción u otra. ¿Justicia para el asesino del martillo, o venganza para el mismo? Y ahí, de golpe, mientras escribo, aparece Rosa Villacastín. Sí, vive. Y la veo en Amigas y conocidas, lo de Inés Ballester en La 1, hablando de que el tamaño sí importa. Ojo, el tamaño de las cestas de navidad. Y de que Vargas Llosa recurre a la crema de caviar -420 euros el tarro- para parecer más joven. Por eso, aconsejado por Isabel Preysler, su gurú, se ha blanqueado las canas para ir acorde con el blanco de sus dientes. ¿Justicia o venganza de la vida con el Nobel? Y termino en riguroso directo, miren, miren, dejando caer una lagrimita por Raffaella Carrá, 73 años espléndidos, que deja la tele con la gala del 60 cumpleaños de TVE en unas horas. Va por ti, Raffaella. Salud y larga vida.

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