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Maldeojos

Creamos el terror

El país se desangra y la gente está loquita cazando pokemon. Los políticos, el Gobierno, no se venden a la desgana ciudadana, no le tienen miedo a esa desgana, a esa huida de la cosa pública. Han creado esa desgana, han fomentado la huida. Caldito idóneo para que vayan creciendo los Donald Trump

Creamos el terror

No nos vendimos ante el terror. Creamos el terror. Ese fue el final acojonante, ese final que te deja frito como un torrezno chisporroteando en la sartén hasta convertirse en corteza de aperitivo, con que terminó la segunda temporada de House of cards. Me lo apunté en mi libreta porque sabía que algún día lo iba a usar. La verdad es que cualquier día se puede echar mano de esa frase en este mundo donde alguien no es que claudique ante el terror sino que es el terror mismo. Se lo decía Frank Underwood, inabarcable Kevin Space, a Claire Underwood, su esposa, la asombrosa, magnética y adictiva Robin Wright, es decir, el entonces aspirante a la Casa Blanca, en un plano que va del general al medio y termina distante, gélido, como la fría mirada de reptil de Frank Underwood, siempre al otro lado de lo turbio. Cuando la semana pasada, como el macarra que subido a la moto atruena el barrio y saca la lengua a la anciana que le reprende con su vocecita desde la acera, Rafael Hernando, portavoz del PP en el Parlamento, y ante la petición de la reportera Marta Nebot de que dijera algo sobre el caso "Rita Barberá", el diputado dijo "algo". Y se marchó riendo. Dígame algo sobre Rita Barberá. Algo. Y el diputado, que gana un pastón pagado por todos, se largó sonriendo, con sus labios así, como caídos, torcidos a un lado, y con chispitas en sus ojos como el besugo satisfecho de la ocurrencia cojonuda que ha tenido. Díganos algo sobre Rita Barberá. Algo. No se venden a la frivolidad, no le tienen miedo al desprecio al ciudadano, son jerarcas de una iglesia levantada sobre una piedra viscosa y tóxica, no se venden al miedo, crearon el miedo. Y les funciona. Y por eso se ríen con la quijada lela, con la expresión de unos labios alicaídos por el aburrimiento, y cuando hablan lo hacen como un chulo de playa que te mira de soslayo como si te perdonara la vida.

La Esteban presidenta

No tienen que dar cuenta de nada. Ni de nadie. El otro día, al principio de la semana, hablaba por teléfono Susana Griso en Espejo público con Andreu Buenafuente, que hizo un análisis de la situación política desde el humor, pero sin duda desde el punto de vista de un ciudadano herido, enfadado. La presentadora, al acabar la conexión, dijo a la audiencia que él, junto a Jorge Cadaval, ha hecho una de las reflexiones que le parecen de lo más sensatas. Se refiere Susana al vídeo, sin duda viral con audiencias millonarias, que grabaron Los Morancos versionando La bicicleta, de Shakira y Carlos Vives. En la letra dicen, refiriéndose al colapso del país, a la alegría con la que el Gobierno recorta para poner allí lo que quita de aquí, que alguien tiene que "terminar con este tema porque al final va a gobernar Belén Esteban, que estamos hasta los huevos de papeletas, que es pa cogerlos y darles con la bicicleta". El país se desangra, y la gente está loquita cazando pokemon. Los políticos, el Gobierno, no se venden a la desgana ciudadana, no le tienen miedo a esa desgana, a esa huida de la cosa pública. Han creado esa desgana, han fomentado la huida. Caldito idóneo para que vayan creciendo los Donald Trump a la vuelta de la esquina con matojo moreno y racial. En esta escalada hacia el triunfo de quien no tiene nada que temer hay que mirar de nuevo a TVE, una casa que no sólo no tiene miedo al qué dirán sino que está como loca cazando pokemon y jugando a poner aquí y quitar de allí a sus más brillantes peones para así servir mejor al dueño. Llámenme pesado, pero este escribidor seguirá señalando su asombro y su enfado ante la deriva de unos informativos de cachiporra. No temen a la manipulación. Son la manipulación. No se venden a la imparcialidad. La crean ellos.

Rita y la Cantaora

No sé si saben que Sergio Martín, el adelantado, el niño terrible, el que se come a pares las sílabas y cuesta entender -me pasa igual, que ahora recuerde, con Mirian Álvarez, que hizo de Teresa, sobre Teresa de Ávila, un producto insoportable porque la señora se traga las sílabas con insolente avaricia- dejó La Noche en 24 en manos de otro escudero del PP, Víctor Arribas, para hacerse con Los Desayunos. A cual más tremendo. El tal Arribas, que proviene de la escuela dura de Telemadrid, ala señá Esperanza, y de 13tv, ala derechísima del espíritu santo, dijo hace unas semanas en su presentación, que en la tertulia del Canal 24 H su guía sería "el respeto a todas las opiniones y el equilibro en el juicio". Muy bien. No habían pasado ni siete días cuando el ecuménico periodista dejó el sello de lo que él entiende por esa frase que él mismo ha convertido en pedorreta. El respeto a todas las opiniones, dijo Arribas, de la misma cuerda, le faltó decir. Y sentó en el plató a Carmen Tomás e Ignacio Camacho, ambos de ABC, y a Antonio García Henares, otro periodista que publica en lo que quiera que sea Periodista Digital, esa broma de Alfonso Rojo, para analizar la actualidad en la televisión pública "desde todos los puntos de vista". ¿Ven? No nos vendemos a las presiones pidiendo libertad. Creamos otro concepto de libertad. El que nos sale de los cojones. Y para que se vea que la apuesta por el cambio es radical, y que la libertad e independencia son, cómo decirlo, ¿innegociables?, hala, TVE se va a gastar cerca de 300.000 euros en cambiar el decorado para que el niño Sergio Martín, el come sílabas, y el plató de los informativos, sean otros, parezcan otros, se vea la credibilidad y el rigor, se palpe la independencia, nadie les pueda acusar de tergiversación, nadie les señale como burdos monigotes en manos de Génova o Moncloa, rediós, si hay que decir algo sobre Rita Barberá se dice. Algo. Si hay que decir algo sobre las espantadas de Rajoy se dice. Algo. Si hay que decir algo sobre algo se saca al Nefertiti Javier Arenas, el de la ceja levantada, y él sabrá cómo urdir el chiste diciendo que Rita, si toca Rita, ya no es de ellos porque ella ya no está con ellos. Me mondo. Pues que hablen de Rita la Cantaora, coño. No se venden al humor. Lo crearon.

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