El programa ´Entre todos´ tiene una lista importante de problemas resueltos, eso es innegable, pero ése no es el debate. Toñi Moreno, la presentadora, tiene a sus pobres, y el resto de cadenas, a los suyos. Es la moda. La televisión no podía mirar a otro lado. Ella, tan sensible, sabe qué hacer en estos casos

La última vez que vi a Toñi Moreno fue la semana pasada preparando esta columna, y me la encontré charlando con María del Monte, que nos regañó con mucho ahínco a los que criticamos el programa porque le parece mal que nos parezca mal que la gente ayude a la gente, y no, querida, señora Del Monte, esa es una interpretación chusca de por qué, a mí, no me gusta el programa. Claro que es emocionante en una sociedad tan individualista que la gente ayude a la gente, que la gente que tiene poco, tenga algo para el que tiene menos, que la gente eche mano de su empatía y se ponga en el lugar del otro, claro que eso es emocionante. Lo que no me gusta es que el programa convierta el dolor en espectáculo, que la Toñi dé saltos de cabra para celebrar como una mona histérica un donativo de 50 euros y que en su actuación pierda el pinganillo, y ponga esas caras que pone, lo que no me gusta es que Entre todos no diga ni pío del porqué hay gente en situación tan desesperada, lo que me repatea de Entre todos es que entre lloriqueos la gente sabe que no está pidiendo al Gobierno un derecho sino caridad a la audiencia. Pero de esto hemos hablado ya alguna vez, incluso más de una vez, y vuelvo a decir que yo, quizá, haría lo mismo, que ante la tesitura de hambre o frío, o aparatos ortopédicos para los míos o llamar a La Toñi, yo llamo a La Toñi. Me guardo la dignidad, doy la cara ante las cámaras, lloro, cuento mi historia, me cago en la puta madre de más de uno -por lo bajini- y espero que la gente, con un corazón así de gordo, me eche una mano. El programa tiene una lista importante de problemas resueltos, eso es innegable, pero ese no es el debate. Así que La Toñi tiene a sus pobres, y el resto de cadenas, a los suyos. Es la moda. La televisión no podía mirar a otro lado. Ella, tan sensible, sabe qué hacer en estos casos.

Grandes victorias

Cuando digo ella, y tele, hablo de las dos grandes cadenas comerciales y generalistas, y de los dos grandes programas comerciales y sensacionalistas, Antena 3 y Telecinco, y Espejo público y El programa de Ana Rosa, y por supuesto me refiero a ELLAS, a las dos damas de la caridad bien iluminada, Susana Griso y Ana Rosa Quintana, leonas de la solidaridad, campeonas de la empatía, oteadoras de la necesidad ajena, señoras de armas tomar contra la injusticia, la pobreza a su alrededor, y los abusos del poder. Estas no son mujeres, son heroínas de los débiles. Si Entre todos va subiendo en La 1 es que tener a un pobre al lado y ayudarlo da audiencia, y eso no puede perderse por nada del mundo. Menudas son ELLAS con las audiencias, perdón, con los pobres y necesitados. Por la mañana temprano, recién maquilladas, cardadas, y perfumadas, las dos felinas de la tele echan un rato hablando de política, de economía, de cosas absurdas que no interesan a sus audiencias y que no sé por qué mantienen en el sumario, quizá porque a la misma hora, en La 1, Ana Pastor asentó Los desayunos de TVE y han seguido la inercia. Pero en cuanto dan las 10, incluso minutos antes de las 10, ya han cambiado el tercio, y sin despedir a los tertulianos de la "mesa seria", todo lo seria que puede ser una mesa donde se siente un tipo como Miguel Ángel Rodríguez o Paco Marhuenda -en serio, Paco Marhuenda, que vas de tertulia en tertulia, ¿tú que ases, diriges un periódico o ke ases?-, bueno, pues eso, que sin despedirlos ya están con el pobre en la pantalla de plasma, en la grande, donde se lee bien fuerte que estamos en directo y que estamos ante una exclusiva. Susana Griso consiguió tener no a uno sino a varios retenidos en Sierra Leona y traerlos a España. Lo que no consiguió el ministerio de Asuntos Exteriores y su gris ministro, José Manuel García Margallo, lo consiguió Espejo público.

Barbies de ONG

Claro que nada es gratis. Los camioneros, tres de ellos de Valencia, fueron estafados en el país africano. Las autoridades españolas no movieron un dedo, así que la familia pidió ayuda. Y la obtuvo. Eso supone no hablar con ningún otro medio, llorar en exclusiva para Espejo público, abrir la casa para la tele, contar lo mal que estás, y por supuesto atender a las cámaras del programa, a la llegada al aeropuerto, con abrazos, nervios, lágrimas, y agradecimientos de Enrique Moncholi a Espejo público y a la Fundación Emilio Moro. Eso fue la semana pasada. Ésta, han vuelto los que quedaban retenidos. Gran festival solidario. Y emocionante. Y con su poquito de guión, como hacer a la madre, o a la esposa, que hiciera un bizcocho para mostrarlo a cámara como el que harán para celebrar la llegada del ausente. Vuelvo a decir que si estuviera en el lugar de la familia, haría todo lo que me pidieran. Aún sabiendo que en la tele todo tiene un precio. Nadie te trae de Sierra Leona porque sí, sin tener que pagar un coste, el que sea. Mi prima Ana Rosa también tiene a su pobre de las mañanas. Y por supuesto lo tiene en exclusiva. ¿Qué hace una mujer sola, con varios críos, sin casa, sin ayuda de instituciones, abandonada a su suerte? Pues acudir a Ana Rosa. Y allí está esta jabata de la solidaridad para lo que haga falta, bueno, ella y un equipo de la hostia, cámaras, reporteros, unidad móvil, cables, luces, lo normal para una conexión en directo en la que la señora pobre de solemnidad ha de contar su historia una y otra vez mientras Ana Rosa, en planos enfáticos, muestra su estupor y proclama que esa injusticia es su injusticia, y no parará hasta que se arregle lo suyo. Entre todos ha creado tendencia. Es más dañino de lo que creíamos. O más divertido, con este renacer de la Barbie ONG que pasa de la solidaridad minutada con uniforme solidario a la bata de forense, mejor con su poquito de sangre, que el semen lo pone la camiseta hallada en la escena del crimen de Asunta Basterra y sobre el que, hoy sí, y mañana también, tienen nuevos datos que darán un vuelco a la investigación. Si la tele de la buena samaritana huele a podrido, la de la Barbie Investigadora te tira para atrás. Y apenas hay salida.

La guinda

Buen pulso

Celebraron las finales de la temporada el mismo día. Han sido dos grandes de la noche. Top Chef mantuvo el pulso hasta el final en Antena 3 hasta que Alberto Chicote dio el nombre de Begoña Rodrigo -ojo, una mujer- como la mejor cocinera que pasó por el programa. Telecinco también mantuvo sus fieles atentos a David Barrull, que ganó La Voz ante 4 millones de personas. Ante propuestas así, ganan los espectadores.