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La espera para el ser

A través de seis capítulos analiza y describe la espera en sus formas, momentos, enfermedades y alegrías

La espera para el ser

Desde que el móvil nos llena de alarmas y nuestro portátil hace saltar alertas de colores de eventos y reuniones, a hemos convertido el tiempo en un vértigo continuo de tonos y colores. Esta realidad nos lleva al encadenar momento tras momento sin transición, sin tiempo medio, sin lugar para la espera.

Este motivo justifica que el lector se enfrente a un ensayo sobre la espera. Andrea Köhler, escritora y periodista, se plantea el ensayo con un objetivo, deshacer la ambigüedad entre presencia y ausencia. "Esperar es hacerse amigo de la paradoja" porque "esperar" es una lata, y a la vez nos conforma como seres humanos.

A través de seis capítulos analiza este contrasentido con un hilo conductor, la literatura. Así describe la espera en sus formas, momentos, enfermedades y alegrías. Desde el principio, con Goethe, "un corazón ardiendo y tiritando, nunca impasible, anhelante€ con dolor" en el que la espera toma temperatura, se hace parte del cuerpo y por consiguiente forma parte el ser. "La identidad del que ama es el que espera".

Citando a Dorothi Parker; "al ver que no sonaba el teléfono, supe de inmediato que no eras tú", nos adentra en el drama de la espera como abandono. Tiene dos rayitas el WhatsApp, leído y no contestado€ Es una crueldad técnica que rememora a Ulises, atado al mástil, a la espera del canto de las sirenas. Sabes que llegará pero aún no, espera que desespera.

En este tiempo urbano, donde la referencia temporal se pierde, los ciclos de las cosechas, los tiempos de las labores, la temporada de los productos; el ser humano se encuentra desubicado, flotando en la nada de la abundancia.

En este tiempo de aceleración histórica, nos lleva al acortamiento de los tiempos medios, a las no esperas, a la perdida de esencia del hombre. El tiempo se hace producto, vale, no se puede perder, no hay huecos en la agenda ni retrasos. Llegamos tarde y nos tenemos que marchar ya, es la sensación de no estar nunca a tiempo, estar desubicados y se trabaja sin conciliar vida familiar, se disfruta de la fiesta de noche y se duerme de día. Se busca la relación inmediata, la que no ocupa ni tiempo ni lugar. Se vive para sentir que estas vivo, muriéndote poco a poco.

La reacción a esta situación es el elogio a la lentitud, la búsqueda del silencio, de pausar el tiempo, de la contemplación. La autora apuesta, durante el día, por refugiarse detrás de los parpados cerrados, dejándonos llevar por la barca, en el continup vaivén de las olas, mientras hacemos castillos en el aire. Es la siesta, anticipo de cualquier hora, tiempo para nosotros mismos, que en el sur se hace símbolo, mito y liturgia.

Libro para tomarse su tiempo, que te mete en la controversia de la espera propia de todo ser humano, la muerte; pero que al tiempo te va descubriendo la vida como un kairos un suceso feliz, un regalo. Como destaca el interesante epílogo que nos presenta Gregorio Luri, profesor, filósofo y escritor navarro que reside en Cataluña. Y que analiza los aspectos fenomelógicos de este "El tiempo señalado". Si somos historia es porque nuestra espera deja huella.

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