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Cine

Actuar o epatar

En los Oscars, al reparto cada año se repite la misma polémica. Es más fácil ganar con personajes extravagantes o que exigen grandes transformaciones físicas. ¿Verdad o mentira? ¿Justo o injusto?

Actuar o epatar

Preámbulo/metodología. 1) Me limito a los nominados en esta última edición de los Oscars. 2) Arrincono los politiqueos de los productores para cazar votos. 3) Valorar actores es muy subjetivo (verbigracia, se me atraganta Leonardo di Caprio), y objetivo a la vez. La expresión facial, la corporal o la naturalidad son fáciles de discernir. 4) Hay pistas para distinguir papeles más sencillos o más difíciles que otros. Ejemplo, para dos actores hetero encarnar a personajes homosexuales (Call me by your name) no era fácil a priori. 5) ¿Donde termina el mérito del guión (personaje, acciones y reacciones, tono) y el coaching del director y donde se inicia el del actor? Ahí está el quid.

Al grano. Independientemente de los ganadores, mis favoritos a ganar el Oscar en las cuatro categorías eran los siguientes.

Frances McDormand (Tres anuncios en las afueras). Al leer el guión ella se consideró muy vieja para el papel (¿60 años -en la vida real- con una hija -en la ficción- adolescente?). Su marido, Joel Coen, leyó también el guión y le conminó a aceptarlo. El personaje era un bombón, provocaba empatía por el drama (muerte violenta de su hija) y algo de rechazo por sus malos modos y sus burlas y ataques a los policías locales. Digamos que 50% ganado a priori. El reto era no acomodarse, aportar un extra más. Pregunta (retórica). ¿Alguna otra actriz lo hubiera hecho mejor? Muy, muy, muy dudoso.

Daniel Day-Lewis (El hilo invisible). Papel casi anodino. Un modisto inglés de los años 50 seduce a una camarera y la convierte en maniquí y musa. A una historia sencilla clásica, elegante, J.P. Anderson, el director y guionista ha sacado toda la punta, convirtiéndola en un drama atemporal y sugerente. El currículo Day-Lewis se ha caracterizado por pocas apariciones y muchos premios. Éste, de hecho, era su primer filme después de Lincoln (2012), por el que recibió su tercer Oscar. Cinco años en blanco, los dos últimos preparando este papel. Y se nota, bien que se nota. Las miradas a su novia, sus levísimos mensajes corporales (cuando desayuna), sus arranques de brío conduciendo, su imitación de un modisto, son como ocurre con MdDormand, muy difíciles de superar.

Allison Janney (Yo, Tonya). Sólo este personaje (y algo el de McDormand) se pueden calificar de extravagantes. A la madre de la patinadora artística Tonya Harding, es evidente, le faltaba un hervor. Chiflada, mandona, sardónica e impredecible. El plus aportado y premiado de Janney han sido sus miradas, sus silencios, su determinación tragicómica.

Willem Dafoe (The Florida project). Su personaje es un gerente y hombre para todo de un motel que algunos clientes al borde de la indigencia utilizan como residencia. Podría, debería, ser un tirano; en cambio tiene mucha mano izquierda, paciencia y redaños cuando es necesario. A ese interesante papel el actor saca petróleo con ese término tan subjetivo que es naturalidad.

¿Por qué he descartado a los demás? La actuación de Sam Rockwell era sobresaliente, sin duda. Pero su personaje le daba más facilidades de lucirse. El de Dafoe es más corriente, y eso le obligaba a esforzarse más. Gary Oldman, por su parte se ha llevado el Oscar limitándose a imitar las maneras y tics de Churchill, añadiendo algunas miradas entre su aparatoso maquillaje y apósitos. ¿Por qué no han dado el premio a los familiares del político?

Los tres nominados de La forma del agua (Sally Hawkins, Richard Jenkins y Octavia Spencer) no han salido ninguno de su zona de confort. Son papeles que les van como anillo al dedo, que no han desaprovechado. Aún arriesgando poco, sí creo que han contribuido, mucho, al premio a mejor película del año. Igual que Woody Harrelson, haciendo de poli bueno ha realzado a Rockwell como poli malo.

La actuación de Christopher Plummer era de notable alto, igual que las de Chalamet, Robbie, Manville, Metcalf, Kaluuya, o Bilge. Meryl Streep o Denzel Washington, aprobados a secas. O sea inmerecidas, con tufo a filias tribales/gremiales.

¿Moraleja? Las nominaciones ofrecían un poco de todo: Dos transformaciones marcadas (Robbie y Oldman), dos personajes estrambóticos (Janney y Washington), una muda (Hawkins) y el resto normales. Los personajes de los cuatro premiados estaban en situaciones o tenían personalidades fuera de lo común. Sin embargo, aunque sus guiones les dieron un empujón, su mérito (incluso el de Oldman) ha sido innegable.

Cierro con un ejemplo inverso. En Madre! (Darren Aranofsky) tres actores intachables como Jennifer Lawrence, Javier Bardem y Ed Harris no pudieron levantar la pretenciosidad y vacuidad del guión, arriesgándose incluso a que se cuestionase su talento. McDormand o Day-Lewis, apostaría un brazo, jamás habrían aceptado esos papeles.

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