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Memorias

Una mujer en carne muy viva

Las sinceras, emocionantes y lúcidas memorias de Françoise Hardy

François Hardy.

El título se las trae: La desesperación de los simios... y otras bagatelas. Son memorias. Nada convencionales. Conozcamos mejor a la autora. Françoise Hardy (París,1944) no lo tuvo fácil para labrarse una carrera. De familia humilde, su pasión por la música empezó a modularse a principios de los 60 cuando llegó a sus oídos las notas de rock and roll que emitía una cadena de radio. Francia rompía a bailar. Fue una iluminación. Solo necesitó una guitarra para pedir paso. Compuso canciones por el placer de crear. Todo cambió el 28 de octubre de 1962. Su primer single, ´Tous les garçons et les filles´, suena en televisión. Temazo. Bombazo. Dos millones de discos vendidos y la cantante, aún con aires de adolescente, pasa a ser un icono generacional. Todo va bien. Demasiado bien. La fama no va con ella, la industria musical es una jungla. Hardy escribe libros, produce discos, hace programas de radio. No abandona la música pero sus horizontes se ensanchan. Su vida sentimental es intensa. Muy intensa.

Escribe el crítico Diego Manrique en el prólogo que Françoise Hardy "encarnaba un arquetipo de la douce France: la chica discreta, la mujer educada, la romántica sensible. Ayudaba lo que ella define aquí como ´mi morfología longilínea y andrógina´, coronada por una melena lacia que enmarca una estructura facial de pómulos altos y labios tentadores". Se veía fea. Y era más que tímida. "Con voz mínima e impávida, parece deleitarse en susurrar secretos del corazón a ritmo lento. No estamos ante música de dormitorio: son confesiones diáfanas, aptas para todas las estaciones". Confesiones que la artista traslada a sus delicadas, lúcidas y hermosas memorias. Tan sinceras a veces que duelen a la par que conmueven. Testimonio de su vida en perpetuo vaivén y también de los vaivenes de unos años marcados a fuego en la memoria de unas generaciones convulsas y por ello finalmente perplejas. El libro es divertido, emocionante, rotundo. Desde rompedoras aventuras en Italia a experiencias en Brasil, momentazos con Mick Jagger, Paul McCartney o George Harrison. Bob Dylan la reclamó en su camerino del Olympia, atrapado por la fascinación de una mujer que imantaba voluntades. Sus experiencias en el cine también dan mucho juego, aunque mira con desdén a esos "directores intelectuales que manejan mejor la palabra que la cámara".

Presume de no haber publicado (casi) ningún disco en el que no creyera. Alérgica al directo si no es imprescindible, adicta al amor y la familia, Hardy escribe sobre astrología, política, grafología, pasión y otros desastres. Sí, habla larga y tendida de su romance tormentoso con Jacques Dutronc. Y recuerda: "Mi madre solía contar que lloré todas las noches de mi primer mes de vida pero que nunca vino a atenderme. Orgullosa por no haber cedido a lo que consideraba un capricho, se jactaba de que al cabo de un mes lo comprendí y no volví a llorar. Hoy pienso que lo que comprendí es que cuanto más llamas a alguien menos viene, que es necesario tragarse las lágrimas y no pedir nada a nadie". Pasen y lean: esta mujer en carne viva es fascinante. Y qué bien canta.

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