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Goig vital

En la ética reside la felicidad

Arash Arjomandi, discípulo cercano de Eugenio Trías, intenta descubrir en Gozar la vida por medio de actos bellos las prescripciones para tener una vida buena

Eugenio Trias.

Continuando el estilo de escritura que inauguró en su anterior ensayo, La alquimia filosofal, un subgénero tildado por Pablo d'Ors de intriga filosófica, regresa Arash Arjomandi con Gozar la vida por medio de actos bellos, un tomo que desgrana aquellas directrices éticas que conducen al estadio de la felicidad. El autor, discípulo del también pensador Eugenio Trías, lo hace invitando al lector a incorporar nuevos hábitos de pensamiento y de actuación en su modus vivendi. Todo se plantea desde una vertiente filosófica y no psicológica, práctica y no erudita, con la finalidad de hallar en estas algo más de doscientas páginas pistas que alarguen la sensación de placer. Vaya por delante que no se trata de un libro de autoayuda, sino de un texto orientado con herramientas reflexivas y muy provechosas.

En este sentido, Arjomandi recurre a ejemplos de a pie, que le serán cercanos a quien se asome a estas páginas; léase, casos sobre el arte, el cine o la tecnología para ensalzar un concepto, el de belleza: "Solo las cosas bellas son capaces de generar en los humanos placer al tiempo que agrado duradero; gusto, pero un gusto perenne". Por ende, cuando contemplamos a Tadzio en Muerte en Venecia o el David de Miguel Ángel en Florencia, la perfección de estas figuras nos parecen tan bellas que quisiéramos poder ver tales atributos directamente sobre nosotros mismos o sobre los demás. "En el caso de los objetos, fenómenos, obras o hechos sublimes, también anhelamos mantenerlos siempre con nosotros, debido a que todo lo sublime nos parece estéticamente bello y, por tanto, produce en nosotros ese efecto de placer sensorial propio y característico de las bellezas", reconoce el filósofo, quien a pesar de haber nacido en Teherán en 1970, desde la infancia vive exiliado en España junto a su familia.

En este proceso pragmático de incorporación de cambios, el lenguaje tiene también un peso importante. La clave aquí radica en tener presente que las expresiones lingüísticas "no son solo palabras con sentidos ni sonidos con significados, sino actos del habla". Se trata de exteriorizar tanto lo que recorre nuestra mente, como la actitud vital que nos hemos planteado, y que, por tanto, en ningún caso se puede reducir a simples afirmaciones. Entonces, el humano queda emplazado a escoger solo aquellas decisiones que quisiera perpetuar, algo que en cierto modo, como reconoce el escritor, le lleva a invertir la máxima del fallecido Steve Jobs: "Vive cada día como si fuera el último". Para el caso que nos atañe (la actitud ética como atajo hacia la felicidad), consistiría en aferrarse a expresiones como "vive cada instante de tu vida como si ese momento o situación fuera a eternizarse"; "condúcete solo de aquellas maneras que desearas perennes"; "ten un código de conducta que anhelaras".

En definitiva, en estos quince capítulos que navegan por las condiciones pragmáticas de la conducta, el lector observará con detalle la luz de los cuadros de Turner, agudizará el oído para escuchar una sinfonía de Mozart y se topará con la moral y el azar del filme Match Point. Ejemplos cuyo trasfondo le proveerán de instrumentos útiles y le conducirán a experiencias excelsas: "actitudes filantrópicas de la cotidianidad que trasciendan la finitud de nuestro yo y nos hagan entrar mediante la acción desinteresada en contacto pasional con lo finito y atemporal que hay en lo humano .

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