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Un horror recorre Europa

Sacha Batthyany relata, con irregular pulso narrativo, la historia de su familia a partir de una matanza de judíos

Un horror recorre Europa

Es Sacha Batthyany (Suiza, 1973), un profesor y periodista con raíces aristocráticas. Una noticia aparecida en prensa le pone sobre la pista de lo que acabará siendo un viaje en busca de su identidad que acaso halle en su pasado familiar. Lo acompañamos como lectores gracias a un par de diarios, al psicoanalista que lo trata, al continuo interrogarse sobre si la culpa del proceder abominable de nuestros antepasados se hereda, a Siberia, a Sudamérica, a los horrores totalitarios del XX€ en una mezcla de narración, crónica, novela, reportaje y colección de emails. La excusa que sirve como motor a la introspección es potentísima.

En efecto, la nota de prensa hacía referencia a una espantosa noche de marzo de 1945, en la que la millonaria Margit von Thyssen - tía del padre del autor- da una fiesta con su esposo -un conde húngaro venido a menos- en su castillo de Rechnitz, Austria. El Ejército Rojo está a poco más de una hora, la II Guerra Mundial toca a su fin. Pero el jolgorio de champán y vida social regalada debe continuar. Los invitados no pasan de los 50. Un selecto grupo de jerarcas nacionalsocialistas, mandos de la Gestapo y las SS. Los chicos de las Juventudes Hitlerianas dan color adolescente a copas y viandas y músicas. El alcohol corre y las borracheras crecen en el castillo. A turbar tanta inconsciencia llega una noticia. Ha llegado a Rechnitz una partida de judíos, extraídos de campos de concentración, mano de obra para excavar trincheras, algunos con tifus. Hacinan a unos 200 en los sótanos del palacio donde se corría aquella juerga beoda. Y surge la atroz idea: ¿por qué no continuar la fiesta matando a aquellos desgraciados? A fin de cuentas, la mayoría de los presentes -Margit al frenteeran grandes aficionados a la caza. De modo que se arman, apuran sus copas y asesinan a los judíos. Entre risas y codazos cómplices, perpretan el espanto. Y vuelven a los salones, a seguir bebiendo, bailando y riendo. Aquí no ha pasado nada. Diez días después, llegan los soviéticos a Rechnitz. Solo encuentran cenizas y el humo del escenario de la matanza. ¿Y la anfitriona? Se mudó a Suiza, a criar caballos purasangre. Allí murió en 1989. Como arranque para contarlo en detalle, no está nada mal. Con meter las manos narrativas en tal abismo de pus mental, bastaría. Y ahí patina un poco Sacha Batthyany, a mi juicio.

Quizá por querer extender su visión a otros lugares que ejemplifican la barbarie totalitaria, deja escapar la historia que habría de articular su búsqueda. Se dispersa. Es un libro que cuenta enormidades pero al que lastra no haberse sabido ceñir a lo antes citado, que bastaría. Y lo lastra asismismo ese deseo de "hacer literatura": "Un día de niebla frío y húmedo"; "Lucía el sol y los cristales de hielo destellaban en las ventanillas del autobús que nos llevaba al aeropuerto"; "Hacía frío y llovía", cuando nos daría igual el tiempo que hiciese, en cualquiera de los casos. De ahí que yerran quienes comparan esta historia con la magnífica HHhH de Laurent Binet, en la que el cronista agarró el tema y no lo soltó hasta el final, bien ceñido a él. No obstante, me temo que solo sea a un servidor a quien mueven estos prejuicios. Busquen ustedes en YouTube a una señorita muy suelta disparatando sobre La matanza de Rechnitz: "Y por unas razones u otras una de las diversiones de esa noche consistió en matar a 180 judíos€ aunque sean solo dos líneas son aspectos duros de la guerra€ no tengo ningún antepasado que hubiera matado a muchísima gente€ es un libro que tiene una perspectiva más diferente al resto€" ¿Nuevos críticos?

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