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Ensayo

Viaje alucinante al fondo de la sátira

Darío Adanti mantiene el humor sin morir en el ensayo y viceversa en ´Disparen al humorista´

Viaje alucinante al fondo de la sátira

­­Un activista con cabeza de tostadora de pan ve las noticias de la televisión. Potencia las emociones porque necesita la empatía para entender el dolor de los demás como si fuera el propio. Exclama "¡No puedo quedarme cruzado de brazos ante este drama humano!". En la viñeta vecina, un humorista con cabeza de tostadora de pan ve las noticias de la televisión. Potencia la inteligencia: necesita el desapego para relativizar el dolor y encontrar la comicidad y comenta: "Qué curioso. Todos los supervivientes son calvos..."

Son dos viñetas de "Humor y activismo. Los polos opuestos", uno de los capítulos (más brillantes) de Disparen al humorista. Un ensayo gráfico sobre los límites del humor de Darío Adanti (Buenos Aires, Argentina, 1971). Adanti reside en España desde hace 20 años, es uno de los fundadores de la revista satírica Mongolia y esa mitad del espectáculo Mongolia el Musical 2.0 que cuenta con acento argentino un monólogo sobre las puertas giratorias y otro sobre el estudio donde se hacen los chistes universales en los que el sinsentido tiene mucho sentido. Ouisense.

En rojo y azul, con personajes que tienen rasgos de animación clásica y terminado underground, citas, textos, croquis, mundos surreales y suelos encharcados sembrados de huesos y chatarra, Adanti propone un ensayo gráfico sobre el humor en el que mantiene el humor sin morir en el ensayo y mantiene el ensayo sin morir en el humor.

Will Eisner, de cuyo nacimiento se celebra el centenario y que es (ya discutiremos otro día) el gigante de los cómics que fundó la novela gráfica a los 60 años, acabó un mes antes de morir La Conspiración (2005), un ensayo gráfico sobre la historia del opúsculo antisemita Protocolos de los sabios de Sión. No sabemos si dejó lo más difícil para el final, sí que estamos ante el género menos intentado dentro de la historieta gráfica o cómic. Adanti había avanzado su capacidad para explicar gráficamente de forma sencilla conceptos complejos en el Diccionario irreverente de Economía, a dos voces con el periodista Enric González. Su último trabajo es la investigación del humor hecha por un humorista y está lleno de ideas, sugerencias y gracia pero no regala la lectura. El lector reirá, compartirá, discrepará y sudará. "Odio trabajar en historietas que mi madre jamás entendería", remata el gato Fabricio Mil leches a su tronco Palito Bonardi en uno de los capítulos.

"Llamadme humorista", proclama (melvillianamente) Adanti antes de lanzarse a la caza de la ballena blanca de su ensayo. Sitúa el género: "el humor es ese hermano pequeño de la prensa que es el primero en recibir los golpes". Recoge los reproches habituales al humorista y llega al meollo contemporáneo: el humor se está jugando un tiro en estos tiempos de fanatismo religioso y el escrache continuo en estos tiempos de corrección política. "En la era tecnológica te pueden matar por un chiste". Francesillo de Zúñiga, bufón de Carlos V, murió apuñalado en cumplimiento del deber.

La matanza de Charlie Hebdo ha sido el 11S del humorismo, por eso el subtítulo acerca de los límites del humor, por los que siempre se pregunta. La defensa de Adanti es que el humor es un género de ficción, como lo es la tragedia, a la que nadie pretende poner límites. Y explica los riesgos de su trabajo ("la sátira que no ofende no es una sátira, sino una crónica de actualidad") y aclara evidencias inaceptables para las personas deshumoradas ("los hechos felices no necesitan del humor para poder ser afrontados").

El índice (que no tiene) explica muy bien los contenidos y el orden de lo que trata: la risa, el chiste, el primer mandamiento del humor, el humor y la nada (una incursión en el cerebro del humorista), el humor involuntario, los principios fundamentales del humor, humor y tiempo (donde contextualiza y refuta la fórmula atribuida a Woody Allen de "tragedia+ tiempo=comedia"), humor y política, el humor y la muerte, humor y fracaso, poshumor, humor y caos para cerrar el libro como empieza: "Llamadme humorista".

El volumen, por ser como es, es una enmienda a la totalidad de la frase "el mejor satírico es el satírico muerto" en la que Adanti resume la añoranza expresada por falsos añorantes de que cualquier sátira pasada fue mejor. No fue mejor la que se puede recordar. Lo sé porque la transité como lector. La sátira tiene un magnífico presente y Mongolia es su Arcadia feliz. El humor está vivo. No disparen.

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