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El imperio del sol

Un gigante se despierta

Murakami, Oé, Kurosawa, Mishima, los haikus, el manga€La contribución japonesa a la cultura universal resulta espectacular, pese a tantos siglos de aislamiento de Occidente. En estas páginas reunimos sendas novelas de Kanzuo Ishiguro, Kenzaburo Oé y Osamu Dazai y un recorrido por el cine de animación de la productora Ghibli

Liam Neeson, Gawain en la película ´Excalibur´. ORION

­­Once años después de su último trabajo, Nunca me abandones y aunque en medio hay un libro de relatos (Nocturno, 2010), El gigante enterrado nos ha devuelto a Kazuo Ishiguro, un escritor que, aunque formando parte de la gran generación Granta: Amis, Ian McEwan, Julian Barnes o Salman Rushdie, ha sabido escribir al margen de las modas y los gustos literarios.

La prueba es este esperado El gigante enterrado que Ishiguro traspone hasta la Inglaterra medieval, que surge tras la retirada de los romanos y pocos años después de la muerte del rey Arturo. El gigante enterrado es una novela de aventuras, y un gran artificio alegórico para advertir que ese gigante enterrado -la memoria, el recuerdo- devolverá recuerdos entrañables, pero también el deseo de venganza que aniquila a los pueblos.

La historia sigue a Axl y Beatrice, una pareja de ancianos que emprende una peligrosa caminata en busca de su hijo, perdido en circunstancias que, como mucho, no pueden recordar; la leyenda dice que un dragón hembra, llamado Querig, exhala una niebla que extirpa la memoria a todos. En el camino la pareja comparte viaje con varios compañeros, incluyendo un guerrero sajón, dispuesto a matar a Querig y restaurar la memoria de todos, pero al acudir los recuerdos de una guerra salvaje reciente, no está claro si la restauración de esos recuerdos podría ser después de todo preferible.

El centro de la historia es el amor de Axl y Beatrice; pero cuando el dragón sea asesinado, ¿que recordarán? Los buenos tiempos, pero también ¿recordarán los bretones y los sajones las batallas pasadas? Todo se dirige a una conclusión triste y desesperada.

La pregunta no formulada de Ishiguro es si este tipo de amnesia colectiva puede justificarse, o si es más justo que la gente se enfrente a la fea verdad de los hechos pasados, aunque eso signifique que algunos se empeñarán en la venganza.

Los crímenes del hombre contra el hombre han sido innumerables a lo largo de la historia y tienen similares paralelos en el mundo moderno: Irlanda del Norte, Japón después de la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto, Sudáfrica, el conflicto serbio/bosnio, la guerra civil en España. A menudo seguido de repercusiones sangrientas. Sin la niebla de la amnesia, la historia de Ishiguro muestra cómo los individuos inculcan a otros su deseo de venganza.

El gigante enterrado del título es una alegoría para el hacha enterrada; la represión de los odios, los resentimientos y el deseo de una reparación violenta. Evita que se logre justicia, pero también impide el ciclo interminable de la venganza. ¿Qué hacer, entonces?

En lo puramente narrativo, la novela nos envía a un mundo cargado de ecos del antiguo mito artúrico británico. El mítico caballero Gawain, que perteneció a la Tabla Redonda del rey, está aquí, envejecido y en la interminable e infructuosa búsqueda de Querig, el dragón que exhala la niebla. Hay indicios de Malory e, inevitablemente, Tolkien, cuyo ejemplo lega una seriedad de propósitos. La novela habita en la brecha histórica, discutida por los historiadores, sobre lo que sucedió después de la ocupación romana. La hipótesis que aviva Ishiguro es que las olas de inmigrantes anglosajones de los países germánicos desembarcaron en la parte oriental de Gran Bretaña y en cierto momento masacraron a la gente que vivía allí. Hubo lo que hoy llamaríamos limpieza étnica y simplemente desaparecieron. Los británicos, básicamente, fueron exterminados.

El gigante enterrado es una lenta y paciente novela, decididamente anti-ostentosa, pero precisa, fácil de leer pero difícil de olvidar. La prosa de Ishiguro es tan sobria, contenida y formal como siempre, pero debajo de la memoria hay emociones profundas. El final, como tantas veces con este escritor, es aún más devastador por ser tan controlado.

El regreso de Ishiguro a la novela es feliz. Sin duda es un escritor que madura sus historias para convertirlas en libros que permanecen durante mucho tiempo en la memoria de sus lectores. Aquí no hay dragones que impidan recordar historias magistrales como Los restos del día o Nunca me abandones.

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