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Escenarios

Bieito arranca en el Arriaga

El director de escena inicia su andadura en Bilbao con un concierto que, a su vez, es una videoinstalación

La mallorquina Maika Makovski, en la programación del Arriaga. Ddm

El Teatro Arriaga de Bilbao tiene un perfil cultural con respecto a la capital vizcaína similar al que cumple en Oviedo el Campoamor. Enclavado en el centro, al lado de la ría, entre el casco antiguo y el ensanche, e inaugurado dos años antes que el teatro ovetense, ha sido, a lo largo de su historia, un continuo epicentro cultural. En estos últimos años, el ovetense Emilio Sagi ha sido su responsable, consiguiendo insuflarle nueva vida, con proyectos arriesgados en la búsqueda de un repertorio lírico alternativo al que en el Palacio Euskalduna desarrolla la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera. Además, Sagi potenció la lírica española, coproduciendo con otros teatros, como el Campoamor, diferentes títulos en montajes que aún siguen realizándose en otros teatros.

El año pasado tomó el relevo en la dirección del Arriaga otro de los grandes nombres de la dirección de escena española, Calixto Bieito y ha arrancado con paso firme su andadura, con una propuesta inicial, para el primer trimestre del año, que incluye numerosas actividades en las que se integran, junto a la lírica y la música clásica, el teatro de prosa. Para su primera toma de contacto con el público bilbaíno no optó por realizar un montaje de gran formato, sino que se decidió por hacer un particular homenaje al compositor que da nombre al teatro, Juan Crisóstomo Arriaga, diseñando un peculiar poema sinfónico en dos jornadas. En la primera, un reducido número de espectadores podía asistir en diferentes espacios del teatro a la interpretación de los cuartetos del compositor vizcaíno y, en la segunda, ya en la sala grande del coliseo, reunió a algunas de las más relevantes instituciones musicales de la ciudad para ofrecer diferentes pasajes musicales -oberturas, arias de concierto, obra religiosa- ensartados narrativamente por una magnífica vídeo-instalación realizada por la directora de cine y televisión Sarah Derendinger.

Tomó el título de la obertura Los esclavos felices para todo el conjunto del espectáculo y, a partir de ahí, diferentes imágenes iban interpelando al espectador según la música avanzaba en una especie de continuo fluir visual que pasaba del sueño a la realidad, de la sociedad placentera, feliz y acomodada al drama de la inmigración, todo ello con la supuesta esclavitud feliz como motivo conductor.

En los próximos meses podrán verse espectáculos arriesgados, propuestas que no son de fácil acceso en la cartelera de nuestros teatros. Uno de los platos fuertes llegará en junio con la producción que el propio Bieito ha realizado, para los teatros de Basilea y Oslo, del War Requiem de Britten, ese grito a favor de la paz, en contra del horror de la guerra y que es una de las grandes obras maestras del siglo XX.

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