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El feliz rescate de Concha Alós

´Las hogueras´ fue una novela superventas en la España de los sesenta. Pese a la cerrazón franquista aborda temas duros en una historia de prosa muy trabajada con ecos de ´La colmena´. Está ambientada en Palma

Concha Alós.

Concha Alós fue un caso único por el que ya merecería pasar a la historia literaria española: ganó el Premio Planeta dos veces. Nadie más ha conseguido tal proeza. Pero el primero, en 1962, por las novela Los enanos, fue anulado por un problema editorial con Plaza y Janés, que finalmente publicó la obra luego de que un directivo de esa casa montara un escándalo. Dos años después volvió a alzarse con el galardón, esta vez por Las hogueras. Alós (Valencia 1926-Barcelona 2011) es una escritora olvidada de tremendo éxito popular y de ventas en su tiempo, sobre todo en los sesenta y setenta. Su rescate y vuelta a las librerías se lo debemos a Recalcitrantes, editorial que dirige el librero, editor y escritor Enrique García Ballesteros (Vidas mías), que se ha empeñado en que vuelvan a primer plano muchas de las grandes escritoras españolas del siglo XX.

Concha Alós, autora de un buen número de novelas, traductora al castellano de la obra del mallorquín Baltasar Porcel, se caracterizó por no tener pelos en la lengua ni en la pluma. Todo ello con una prosa trabajada y excelsa, algo barroca, eficaz, con tremenda efectividad en la adjetivación. Con un estilo pegado al realismo. Sufrió problemas con la censura. En pleno Franquismo trató asuntos como la homosexualidad, el aborto o la prostitución. Las hogueras tiene ecos de La colmena. La acción transcurre en Palma, pero podría ser cualquier otra ciudad de tamaño medio de la España franquista de principios de los sesenta: cerrada, pacata, provinciana, tristona. La protagonista es Sibila, mujer sofisticada, ex modelo, voluptuosa, audaz, libre. Versada en los ambientes internacionales. Un bicho raro en ese contexto, ambiente y lugar, donde el cotilleo es una efectiva arma de contención social. Cosmopolitismo y autarquía chocan. Está casada con Archibald, un extranjero que no le hace demasiado caso. Estamos ante una mujer inteligente y aburrida... Su amante es Monegro, un ser mucho más primitivo y, si acaso, auténtico que Archibald. Hay una colección de personajes, entrañables o estrambóticos, paradigmáticos o singularísimos. Tenemos por ejemplo a Asunción Molino, maestra y añorante de su marido. La autora mantiene una distancia prudente con sus personajes, aunque a veces los maltrata con singular tino y gracejo ("era como una boya borracha"). El conjunto es una estampa, un fresco con personajes que sufren vaivenes, tropiezan en el contraste con la realidad y sus sueños. Son como almas a la deriva. En manos de un destino que no dominan. Y no faltan digresiones tremendistas, muy celianas o de un bowkoskismo soft, como la historia de un castillo fortaleza y la historia de amor triangular que en él se vivió, a resultas de la cual un marinero perdió ambas manos.

La última novela de Concha Alós, de familia republicana que huyó de Castellón en la Guerra Civil y se refugió en Murcia, es El asesino de los sueños, de 1986. Y su primer libro a considerar, El asesino del telégrafo, data de 1957. Estamos ante un feliz rescate que obviamente merecerían otras muchas escritoras.

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