Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cine

Balas ante las cámaras

Eduard Fernández y Elena Anaya en ´Lejos del mar´, de Imanol Uribe.

Al estar tan politizado el tema -escisión vasca merecida o no; violencia legítima o ilegítima- y ser utópica una visión neutral, directores y productores asumen desde el principio que recibirán palos y una parte de la audiencia les dará la espalda. Aun así, aún con Franco en vida, muchos cineastas se han atrevido con el tema, con visiones directas, indirectas, laterales o fugaces.

Operación Ogro (Gillo Pontecorvo, 1979). Recrea el asesinato de Carrero Blanco con mucho suspense y algún recado a los etarras.

El caso Almería (Pedro Costa, 1981). Unos guardias civiles detienen a unos supuestos etarras, los matan, resulta que eran inocentes y un juez intenta que no se echen carretadas de tierra sobre ese evitable error. Película de 1981. Mucho valor tuvo Costa.

Ander eta Yul (Ana Diez, 1988). Premio Goya a la mejor dirección novel. Un delincuente sale de prisión tras una condena por drogas, se reencuentra con unos amigos y resulta que su amigo del alma es ahora etarra. Justo cuando ETA, para ganar simpatías en su territorio, ha declarado la guerra a los narcotraficantes. Otro tema calentito, bien tratado.

El proceso de Burgos, La muerte de Mikel, La fuga de Segovia, Plenilunio, Días contados, Lejos del mar (Imanol Uribe, 1979-2016). Uribe es de los cineastas con mayor fijación con la organización terrorista. Su mérito es que entra desde todos los ángulos y fechas, desde la época franquista (los juicios de Burgos, la escapada de la prisión segoviana) a la actual, con los traumas de hijos de las víctimas o con terroristas en segundo plano, como la adaptación de la novela de Muñoz Molina.

La pelota vasca (Julio Medem, 2003). Polémico documental, ya que fue rechazado de plano por familiares de algunas víctimas y apoyado por otros. Medem intenta mostrar las claves del conflicto desde la idiosincrasia y la sensibilidad del pueblo vasco. No gustó a los partidarios de una nación unida con corsé y correas; sí a los de Euskadi.

Yoyes (Helena Taberna, 2000). Otra película muy polémica, ya que ataca el tabú (para muchos vascos) de las purgas dentro de la propia organización etarra. El eterno dilema, recurriendo al refranero, de si los platos sucios se lavan en casa o si es más saludable abrir las ventanas.

El lobo (Miguel Courtois, 2004). A ritmo de potente thriller (y algo peliculero), recrea las peripecias de uno de los escasos agentes que lograron infiltrarse en ETA. Otro tema atractivo para unos e incómodo, o despreciable para otros. Más acartonada y maniquea es GAL (2006), del mismo director.

Una bala para el rey (Pablo Barrera, 2009). Aunque es una miniserie televisiva, tiene el interés para los isleños de recrear el intento de asesinato a Juan Carlos I desde un piso de Porto Pi, en Palma.

Negociador (Borja Cobeaga, 2014). Película lenta, casi aburrida, casi teatral. Y con mucho cuajo. Recrea con actores y un poco de imaginación las conversaciones entre el etarra Josu Ternera y el socialista Jesús Eguiguren que casi lograron un alto el fuego hace diez años. Semanas reuniéndose, comiendo por separado, durmiendo por separado, reuniéndose de nuevo y comenzando a empatizar con el contrario.

Asier eta biok (Aitor Merino, Amaya Merino, 2014). Otro documental interesante. Merino se reúne con un etarra que ha cumplido ya condena y con el que mantuvo buena amistad en años pretéritos. Se pregunta, se preguntan ambos, qué provoca que uno dé un paso en una dirección y otro en otra. O sea, las raíces, nada simples, del fanatismo.

Cruzando el golfo de Vizcaya hay dos películas sobre el conflicto irlandés que, por su originalidad, podrían haberse ambientado en Euskadi: The General (John Boorman, 1998) recrea la historia real de un atracador de bancos que se hizo pasar por miembro del IRA, enfurruñando a los terroristas hasta que se cobraron su cabellera. '71 (Yann Demange, 2014) es una sorprendente adaptación de la Anábasis de Jenofonte, trasladándolo al momento álgido de la guerra del Ulster con un desventurado soldado perdido en territorio enemigo.

Y hay además películas extranjeras que han citado a los terroristas, aunque sea muy de pasada, Carlos de Olivier Assayas, Munich de Spielberg o Chacal de Caton-Jones. Porque ETA en sus años de apogeo fue una organización admirada por su (sangrienta) fortaleza, eficacia y capacidad de movilización. Una prueba más de que participó en un conflicto complejo, y la complejidad siempre atrae a cineastas y escritores.

Compartir el artículo

stats