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Narrativa

El futuro no es tierra de poetas

Neal Stephenson desarrolla en su nueva novela, ´Seveneves´, el devenir de los últimos días de la Tierra: un fin del mundo lleno de fe en la ciencia y la tecnología, pese a que la presencia del ser humano lo impregna todo

Neal Stephenson, autor de la narración ´Seveneves´.

El autor estadounidense Neal Stephenson no confía en otra cosa que no sean la ciencia y la tecnología. Desde luego, en la humanidad no parece tener puestas grandes esperanzas; si acaso, se fía un poco de los científicos, pero tampoco demasiado. Esto puede parecer absurdo, ya que después de todo la ciencia y la tecnología no dejan de ser creaciones humanas, pero es la moraleja que Stephenson parece alcanzar con su nueva obra de ciencia ficción absolutamente ´hard´, Seveneves (Ediciones B): la ciencia nos salvará incluso a pesar de nosotros mismos.

La fábula que desarrolla aquí Stephenson comienza con un cliché más que trillado: la Tierra está condenada. Algo, el Agente, ha destrozado la Luna y la superficie de nuestro planeta sufrirá una lluvia de desechos rocosos de tal magnitud que convertirá el mundo, a efectos prácticos, en una bola de fuego. Con un margen de dos años antes de que esto ocurra, la humanidad pone todas sus esperanzas en la creación de un arca en el espacio que mantenga a salvo el legado del ser humano y dé continuidad a la especie. Un fin del mundo que supondrá el principio de una nueva concepción de la humanidad.

Si en la vida todo tiene su antagonista, el libro del malagueño Pablo Bujalance Disolución (ETC: El Toro Celeste), encuentra en Seveneves su contrario directo en todos los sentidos; ejemplo de lo versátil que es el género cientifista y de cómo extiende sus tentáculos hasta difuminar sus fronteras. Si Bujalance creaba un relato íntimo e intimista sobre un mundo que acababa y las personas que decidían quedarse en él para evitar una huida hacia delante, evitando así su disolución, Stephenson desarrolla una historia donde los que se quedan atrás, los que deben quedar atrás, han de encontrar consuelo en el hecho de que la humanidad seguirá su camino y sobrevivirá.

Y en eso se centra nuestro autor: en la supervivencia. Para ello, por poner un ejemplo, no salva ni a un sólo poeta. Stephenson ni se lo plantea, ni se mencionan. Oh, sí, los artífices del arca dan a entender que van a salvar a una parte representativa de las diversas sociedades humanas y gran parte de sus artefactos culturales, pero en el fondo no es así; es imposible. A la hora de la verdad y cuando la supervivencia está en juego todo lo artístico, lo cultural, aquello que por regla general nosotros, seres fuera de la evolución, usamos para justificar nuestra existencia y darle algo de sentido a este caos, todo eso queda atrás desechado como mudo testigo de tiempos mejores: como si fueran caprichos o chiquilladas. Una declaración de tal calibre no puede dejar a ningún lector indiferente.

Pero Stephenson deja margen para la esperanza, aunque sea bien estrecho: para él la ciencia es algo mayor que la propia humanidad, que la vida, el legado perfecto de una raza imperfecta. Es con la ciencia como el ser humano se redime de sí mismo en un relato en que todo está explicado con habilidad quirúrgica, porque esa es su verdadera razón de ser.

Se trata de una historia de ciencia ficción ´hard´, en el sentido de que Stephenson lo explica todo con pelos y señales: si usted no sabe nada sobre dinámicas orbitales, pero le interesa el tema, este es su libro; de hecho, Stephenson logra hacer interesante todo lo que cuenta, todo lo que describe. La historia está bien hilvanada, y el sentido de la maravilla está presente por todas partes, no sólo en las mega-estructuras que Stephenson imagina. Porque, aunque a veces se nos olvida, la propia existencia de la Estación Espacial Internacional en nuestra realidad es una absoluta maravilla a la que no sé cómo nos hemos acostumbrado.

El problema se puede presentar en que lo relatado tiene en ocasiones un aire de mera excusa para que la ciencia se luzca. Sin embargo, y a pesar de ese tufillo a MacGuffin, todo lo que cuenta el autor de Seveneves está rodeado de imágenes tan poderosas y fascinantes que en ningún momento el relato decepciona: si leen la novela, recuerden mis palabras cuando aparezca el ingenio denominado Thor y entonces díganme que no tengo razón. Olvidarán que la supervivencia no entiende de metafísica.

Por último, es necesario reseñar que la edición publicada por Ediciones B es, a pesar del elevado coste del libro, de una calidad que deja mucho que desear: no es normal que a un libro de ese precio -a ningún libro en realidad, qué diablos- se le despeguen los cuadernillos cuando aún uno no ha llegado ni a las cien páginas. Es algo bastante frustrante.

NEAL STEPHENSON

Seveneves

Traducción de Pedro Jorge Romero

EDICIONES B, 816 PÁGINAS, 30 €

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