Diario de Mallorca

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Narrativa

Paseo por el tiempo en compañía de fantasmas

Deville insiste en su exploración de la historia en ´Viva´, una novela de perseguidos y alucinados donde aparecen Trotsky, Frida Kahlo, André Breton o Malcolm Lowry

En 1937, el mismo año en que Malcolm Lowry se quedó solo en Oaxaca y empezó a escribir Bajo el volcán, la novela de su vida, el proscrito Leon Trotsky, acompañado de su esposa, Natalia Ivanovna, desembarcaba en Tampico a bordo del petrolero noruego Ruth huyendo de Stalin. Sus anfitriones mexicanos eran un pequeño grupo de artistas: la pintora Frida Kahlo, el gran muralista Diego Rivera, la fotógrafa Tina Modotti, y dos franceses que pasaban por allí: André Breton en su búsqueda de la belleza convulsiva, y Antonin Artaud, escapando de una Europa peligrosa siguiendo el rastro de los indios tarahumara.

Todos ellos y algunos personajes más, postrados, perseguidos o alucinados, coinciden en Viva, la novela con la que el francés Patrick Deville (1957), lúcido navegante entre la realidad y la ficción, lanza un cabo a la historia para atraer hacía sí el teatro de destinos que se cruzan en un México, donde todavía asienta el fermento revolucionario. En el elenco, entre otros figuran, además de los anteriores personajes y del citado Lowry, que murió de un agudo envenenamiento barbitúrico asociado con un estado crónico de alcoholismo después de haber reescrito una de las más grandes novelas de la literatura del siglo pasado, Arthur Cravan, el poeta boxeador sobrino de Oscar Wilde; Graham Greene; el enigmático B. Traven, aventurero y autor de El tesoro de Sierra Madre, y hasta Sandino, empleado de Huasteca Petroleum y posteriormente líder de la guerrilla en Nicaragua.

La narración adquiere un ritmo vertiginoso mientras se suceden los encuentros, y la historia sale al paso de sus protagonistas. Cualquiera de sus vientos se acopla con facilidad al nudo del relato, no importa la acumulación de acontecimientos dispares, todos ellos contribuyen a la visión general del conjunto, a la atmósfera que Patrick Deville va hilando de manera obsesiva concitando la atención del lector. Éste no sabe por momentos en qué torbellino está envuelto, si en el de la Historia o el de la ficción. Ambos se complementan con una facilidad asombrosa. Y en ambos interactúan los autores y sus personajes, como es el caso de Bajo el volcán. De vez en cuando, reclamados por el rumor etílico, surgen otros de las sombras o de los propios tembleques oníricos del cónsul Firmin. "Cuatro años antes, su amigo Dylan Thomas ha muerto ahogado en el alcohol. Es una bonita muerte británica. Sonríe. La muerte de los poetas es menos enfática que la de los césares, de quienes se recogen las últimas palabras. Con frecuencia también es más graciosa" (pag. 227). O aparecen los opiáceos, Aldous Huxley y el recuerdo de Alfred Jarry que, postrado, pide su último deseo: un palillo de dientes. El día en que el futuro de Europa se juega en las playas de Normandía, el 7 de junio de 1944, Lowry salva del incendio de su cabaña en Dollarton (Canadá) el manuscrito de su gran novela. Del mismo modo que se cruzan los protagonistas, lo hacen las cronologías históricas.

México es un país de fantasmas donde se rinde culto a los muertos. Ha hecho su revolución siete años antes que Rusia: mantiene como héroes a Emiliano Zapata y Francisco Villa, y ha logrado un cambio democrático por medio de un intercambio de energía inesperada entre la derecha conservadora y la izquierda turbulenta. Deville recorre las sombras de manera desordenada evocando la historia en busca de nuevas perspectivas y, al mismo tiempo, juntando las coincidencias. En Viva, una novela que se lee como las crónicas más ágiles, mezcla reportaje, sueños, paseos e imágenes de archivo. A finales de 1930 están ocurriendo demasiadas cosas pero todas ellas tienen más de un punto en común y confluyen.

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