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Biografía

El piloto existencial

El mar en la palma de la mano que siempre voló su imaginación en la infancia. Honesto, libre, sensible, con grandes ojos tristes, capaz de escribir los sueños con humo blanco trazado en el aire

Fotograma de la adaptación de ´El Principito´ realizada por Mark Osborne.

El territorio en que creció su vocación de aventurero. La decisión de pilotar la vida. Un héroe de cine tal vez a los ojos de una gitana que sólo leyó el libro de sus manos, el mar entre la línea de la vida y la línea del corazón. Un vértigo azul, unos ojos negros. No hay monedas que paguen el presagio y sus advertencias. «Se casará con una mujer extranjera y será un escritor célebre. Pero no vuele alto, desconfíe de los aviones a partir de los 40 años». A ella, Consuelo Suncín, escritora salvadoreña, la conoció en 1930 y le ofreció enseñarle el Río de la Plata desde las nubes. Una puesta de Sol con un beso volteado en el aire. Y en 1944 a sus 44 años un día con fecha del 31 de julio sus alas se esfumaron sobre el cielo de Marsella. Antoine de Saint-Exupéry se convirtió en un enigma literario. Su viuda lo añoró en sus memorias como un alma sensible de andares topes, que nunca deshacía el nudo de sus corbatas y que perdía sus zapatos por la habitación. Un pescador marsellés que nunca había leído El Principito pescó en 1988 el misterio de Saint-Exupéry: una pulsera de amor con su nombre grabado. La pista para localizar después los restos de su aeronave. Nadie sabe a ciencia cierta qué ocurrió. Sólo hay leyendas con flecos abiertos. La posibilidad de un duelo en el aire con un caza alemán y tal vez el suicidio de un hombre que días antes dejó escrito una nota de desencanto en el hombre. La guerra, en cualquier caso, raptó al escritor que nos regaló al extraño y fascinante niño rubio con bufanda en un planeta y que una vez dijo: «Parecerá que me he muerto, y no será verdad».

Si queremos saber más hay que leer Aviones de papel, publicado por Stella Maris y en cuyas páginas la periodista Montse Morata nos revela el perfil de un pionero de la aviación (trabajó para Aeropostal en Los Andes, la Patagonia y el Sáhara donde se enamoró de la noche en blanco del cielo) que encontró nuevas aventuras en el periodismo y en la literatura. Los únicos territorios donde naufragó. Si lo hizo en el aire, al caer en el desierto de Libia y al este de Lyon en una misión de reconocimiento. También en tierra donde tanto su mujer como él jugaron a una insatisfecha infidelidad. Otras páginas son las que nos desvelan su liberta de pensamiento, la resistencia a los arquetipos y prejuicios, el papel esencial de la amistad para comprender el mundo, el heroísmo y la audacia, la amenaza del maniqueísmo o la responsabilidad moral del hombre; algunos ejes del hombre que escribió con la muerte, según nos cuenta la biógrafa apasionada por la figura y las contradicciones de un hombre sentimental, sujeto a su madre y su esposa, aventurero indomable y luchador comprometido con su tiempo con la misma altura ética, literaria y combativa de Albert Camus. Tampoco falta la mirada aguda y certera del cronista que consideró la guerra una enfermedad moral del hombre y de la que dio cuenta en las espléndidas páginas de Visiones de España 1936-1938, publicada por el Círculo de Lectores en 1955. De hecho, hace poco se ha encontrado su carnet de prensa como corresponsal en España de los diarios L´Intransigeant y Paris-Soir. Y también en sus crónicas acerca de la Rusia de Stalin.

Y no se olvida Morata de distinguir su don de gentes, su falta de prejuicios y su curiosidad por otras culturas como certifican las caratas en las que explicaba cómo conseguía que los jefes de tribus en África le invitasen a sus tiendas o como altos rangos de la sociedad árabe querían compartir un té con él. Una imagen que se vuelve más poliédrica con otros documentos inéditos de esta biografía en la que Montserrat Morata hace hincapié en la importancia de El Principito, considerada erróneamente un libro juvenil, porque refleja desde lo personal y lo vivido temas universales, propios de un humanista de una vida intensa, fiel a sí mismo y a sus ideas como demuestra su rechazo a apoyar a De Gaulle porque lo consideraba un dictador. Un libro que nos acerca más al misterio de un hombre que pilotó su lucha de conciencia contra la intolerancia, a favor de la innovación para progresar, que escribía en la cabina de un avión que nunca fue de papel pero si un ajedrez en el aire y un truco de magia del que seguimos sin descubrir su golpe de mano.

MONTSE MORATA

Saint-Exupéry. Aviones de papel

STELLA MARIS, 350 PÁGINAS, 19 €

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