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Una de las favoritas de Nancy Mitford

Frances Hodgson Burnett da una vuelta de tuerca a las clásicas novelas inglesas del XIX en ´La formación de una marquesa´ y ´El señor de la casa de Coombe´

´The Making of a Lady´, adaptación de una de las novelas de Burnett. FREEMANTLE/RUNAWAY FRIDGE

De haberse quedado en Inglaterra, las novelas de Frances Hodgson Burnett (Manchester, 1849) serían parte de ese grupo de deliciosas y divertidas historias que alumbró la época sobre mujeres que, sin hacer demasiado ruido, transitan por la vida rompiendo normas y convencionalismos sociales. Se exponen lo debido y siempre se salen con la suya para, después de una serie de azarosos acontecimientos que rozan, sin llegar a ello, la tragedia, gozar de un final feliz que pasa por una vida acomodada al lado de un hombre enamorado que acepta lo que ve como una graciosa excentricidad en el comportamiento de su bella, dulce y original mujercita. Pero Frances tuvo que emigrar sin haber cumplido los 20 años a Estados Unidos tras la ruina familiar, producto de la muerte de su padre. Reanudar la vida en un país en plena reconstrucción tras la guerra civil, en un estado como Tennessee, que en 1865 acababa de aceptar a regañadientes la supremacía del Norte, ayudó a endurecerse a una adolescente que pronto encontró en la escritura una vía para llevar dinero a casa dado el éxito de sus relatos en revistas y periódicos.

Al otro lado del charco (donde moriría en 1924, en Nueva York) alumbró una obra literaria que, con semejanzas a las clásicas novelas inglesas del XIX, tiene, por así decirlo, más vuelta. Las heroínas de Frances sufren, llegan a estar al borde de la muerte, pasan penurias y tragedias; sus tramas son complejas y engañan, no pasa lo que se espera que vaya a pasar; y hay personajes realmente detestables y malvados, que hacen ver como almas cándidas a los que se suponen sus iguales en las novelas, por ejemplo, de Jane Austen: el Wickham de Orgullo y prejuicio o el Willoughby de Sentido y sensibilidad.

No es de extrañar que Hodgson Burnett figure como una de la escritoras preferidas de la mordaz Nancy Mitford, de quien se dice contaba con La formación de una marquesa (1901) entre sus libros de cabecera. Quizás Mitford encontró en ella la inspiración que no lograba a alcanzar con las ingenuas historias, no por ello menos apasionantes, de sus otras compatriotas. La ingenua Emily Fox-Seaton de La formación de una marquesa ofrece mucho más de lo que se espera de una simple señorita de los recados inglesa. La dulce Robin de El señor de la casa de Coombe (1922) es un personaje difícil de clasificar y su creadora no le pone por delante precisamente un camino de rosas para ser feliz. Son las dos novelas que Alba, en su interesante serie Rara Avis, tiene editadas de una autora que se consagraría mucho antes de dedicarse al mundo de los adultos con un cuento infantil considerado todo un clásico: El pequeño lord Fauntleroy (1865). Dos historias entretenidas para las tardes de verano y que se leen de un tirón. Si se quiere más en esta línea, siempre se puede recurrir a las divertidas andanzas de la señorita Buncle, de la escocesa D. E. Stevenson, ésta enmarcada completamente en la más pura tradición británica. También en Rara Avis.

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