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Paseo de ronda

El crítico al que le gustaba ir al teatro

Imagen de ´Jean-François i el sentit de la vida´.

El segundo libro que publiqué, 10 anys de Festival Internacional de Teatre a Palma (1991), editado por el Ayuntamiento, me lo presentó José Monleón. Que además era mi jefe, porque he venido escribiendo a lo largo de estos años en su Primer Acto, publicación entrañable y de heroica trayectoria que nació en 1957 y ha superado los 350 números. Recuerdo que aquella vez este valenciano inteligente y comprometido señaló algo así como que "hay críticos a los que se les nota que sufren yendo al teatro". Nadie dijo que trabajar fuera divertido pero no suele encontrarse uno con gente así de apasionada, como lo seguía siendo al filo de los noventa. Ángeles, dadle la mejor butaca.

Sergi Portabella está a punto de empezar el rodaje de Jean-François i el sentit de la vida. Su protagonista, Francesc, es un niño maltratado en la escuela que se encuentra en los urinarios un ejemplar de El mito de Sísifo y decide ir a París a conocer en persona al autor, con la ayuda de una adolescente, Lluna, que quiere reencontrarse con su enamorado francés. Lo malo es que el autor, Albert Camus, menorquín de origen y huésped que fue de Mallorca, lleva muerto más de medio siglo. "Pues no se lo digas", le suelta Lluna a su noviete gabacho.

Le han dado el Premio Nacional de Cinematografía. Ángela Molina siempre me pareció una pésima intérprete, como en la versión cinematográfica de Bearn, sin ir más lejos. En cambio, últimamente la he visto en teatro, en el César & Cleopatra de Magüi Mira junto al sensacional Emilio Gutiérrez Caba, o en cine, en un papel pequeño pero estupendo, de una sabiduría desvencijada, en Lejos de los hombres, de David Oelhoffen, y me he tenido que tragar mi escepticismo con patatas. No son tan malos los estragos de la edad como ustedes se creen.

Qué lección tan amarga que, en la fiesta de la liberación de los prisioneros políticos de la Bastilla por el pueblo de París, se precipite sobre la feliz muchedumbre de nuevo el mal, la intolerancia, la venganza ciega, en la herramienta de un camión arrollando a personas inocentes. Sí, quizás tengamos que acostumbrarnos a convivir con esto. Pero no deberíamos aprender a resignarnos.

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