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Los amos del cotarro

Colin Barrett insufla aire nuevo al realismo sucio con los relatos reunidos en ´Glanbeigh´

El escritor irlandés Colin Barrett, autor de ´Glanbeigh´.

El joven escritor Colin Barrett (1982) nació en Canadá pero se crió en Irlanda, concretamente en Knockmore, un pueblo del condado de Mayo. Un lugar que le sirve de inspiración para su primer libro de relatos, Glanbeigh, y que como dice Kiko Amat en el prólogo a esta primera edición en castellano, también podría ser Sant Boi de Llobregat, Villagarcía de Arousa, Villena, Fargo o Durham. Barrett ha sabido sacar una mina literaria de esos jóvenes que son los dueños del cotarro en un pueblo decadente. Dota a ese lugar de un nombre inexistente -Glanbeigh- para dejar claro que podría ser cualquiera. Hay cientos de miles de pueblos con características semejantes: una calle central, una barriada con viviendas de protección oficial y una gran discoteca. Rodeándolo todo está la inmensidad del campo, salpicado de vacas, que da cierto sentido a ese paisaje que el protagonista del relato "Diamantes" ve pasar ante la ventanilla del tren mientras se aleja:

"Me fui de la ciudad tras quemar mis contactos y destruir mis perspectivas, buscando únicamente un sitio donde recogerme y pasar el invierno. Me fui una luminosa mañana de agosto, dormí a ratos mientras el tren avanzaba por las purificadoras planicies de la región central, rumbo al oeste. En los cielos inmensos de esa región, empapados en una luz perlada, se apilaban las enormes golosinas color cromo de las nubes, sus grises fondos arrugados, repletos de rayas y manchas, rebosantes de aquello que es la lluvia antes de convertirse en lluvia. Cada vez que me despertaba y miraba por la ventanilla del vagón, era como si me estuviera observando la misma vaca, desde el mismo campo empapado, marrón tabaco".

En Glanbeigh, Colin Barrett nos asoma con lúcida contundencia a cierta hilaridad enjuta y esperpéntica no reñida con una alta exigencia estilística y poética capaz de traslucir la realidad de un lugar que conoce muy bien. Un lugar en el que personajes como Val, el portero de la discoteca local, o Matteen, el campeón de billar del pueblo, se encuentran cómodos, quizá porque es un sitio abarcable y controlable, en el que se sienten alguien. Val, por ejemplo, enamorado de la hija de su jefe, que se ha ido a estudiar a Galway, es consciente de que para él el mundo al que ella se ha trasladado es tan inalcanzable como la Luna. Pero Glanbeigh también es un lugar del que, no lo olvidemos, personajes como Bat, el protagonista de "En su propio pellejo", no podrían escapar aunque quisieran.

Con estos relatos Colin Barrett insufla aire nuevo a esa tendencia al realismo sucio que antes que él vinieron a renovar un puñado de escritores de estirpe carveriana, bukockskiana o fantiana, entre los que se encuentran Patrick deWitt y Donald Ray Pollock, éste último, curiosamente, con un título que era a la vez el nombre de su lugar de origen: Knockemstiff.

"No conoces mi pueblo, pero seguro que te suena. Con su rotonda en la carretera nacional, su polígono industrial, su Cineplex de cinco salas, su siglo de pubs embutidos en la milla cuadrada de la zona urbana", nos dice el narrador de "El chico de los Clancy". Son lugares difíciles de recordar cuando los ves de paso, pero imposibles de olvidar cuando has frecuentado su ambiente.

COLIN BARRETT

Glanbeigh

Prólogo de Kiko Amat

Traducción de Celia Felipetto

SAJALÍN, 233 PÁGINAS, 17 €

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