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Más republicanismo

José Luis Villacañas realiza un riguroso y excepcional examen filosófico de los principios políticos del populismo

Imagen del documental ´Política, manual de instrucciones´. MEDIAPRO/REPOSADO

La emergencia de nuevos actores y partidos políticos ha suscitado la furia generacional de venerables periodistas, profesores, intelectuales y hasta notables poetas, que ven cómo jóvenes indocumentados acaparan un protagonismo mediático que hasta hace poco solo ellos disfrutaban. Esta suerte de contraindignación de las élites seria un fenómeno sociológico menor, si no fuera porque protagoniza una buena parte del debate político. En medio de la discusión, el término "populismo", además de ser consigna arrojadiza, comprende un haz de fenómenos cuya complejidad desborda a la insigne "clase discutidora" de los tertulianos españoles. Ajena a estas pulsiones, la filosofía política intenta tomarse en serio el asunto y proporcionar herramientas mínimas para su análisis. Al menos, si se está convencido, como José Luis Villacañas, de que la filosofía es un "discurso de segundo grado, capaz de utilizar las ciencias humanas y sociales para refinar contenidos conceptuales y ofrecer a la ciudadanía conceptos útiles para aclararse". Desde semejante convicción, este breve y contundente ensayo, el primero de la prometedora editorial La Huerta Grande, aborda la fenomenología y la genealogía del populismo como teoría social, como teoría de la comunicación y como teoría del poder. Es casi inevitable remitir esta empresa de Villacañas a su anterior Historia del poder político en España (Madrid, 2014). Pero aunque se cierre con un examen sobre la probabilidad de un populismo español, el libro disecciona el concepto de manera general, como el producto de prácticas discursivas y dispositivos de poder rastreables desde Latinoamérica hasta Europa, sin obviar los Estados Unidos. La lectura crítica que hace Villacañas del populismo se inicia con la discusión de análisis recientes, que pretenden identificarlo como una suerte de teología política propia de países católicos; y continúa con la crítica de sus fuentes más explícitas: Ernesto Laclau, Chantal Mouffe y de manera indirecta, Gramsci. El lector podrá identificar aquí con inusual claridad los argumentos centrales y más discutibles que expuso Laclau en La razón populista (Buenos Aires, 2005): comunidad popular, política de masas, movimiento, hegemonía€ Todos ellos giran alrededor de una noción de pueblo opuesta, como metáfora de la totalidad, a la de institución. Las formas de esta oposición constituyen el hilo argumental del ensayo.

Para el populismo las relaciones institucionales, incluidas las que se someten al nacionalismo, serian determinaciones incapaces de atender el reclamo de una comunidad que "es una infinidad indomable", cuyo "infinito juego de diferencias" no se deja capturar en ninguna estructura, incluidas las clases. Por eso el populismo apenas es compatible con el comunismo. Y por eso siempre mantiene una tensión irresoluble con el republicanismo. Más que atender a las demandas específicas objeto de instituciones y decisiones diferentes, el populismo unificaría todas ellas en la figura indeterminable del pueblo; de manera análoga a cómo el capitalismo condensa todos los bienes materiales en la noción formal de dinero. La analogía no es baladí. Como Laclau y Mouffe saben bien, el buen funcionamiento de las instituciones deja poco espacio para la construcción infinita de una comunidad total siempre por venir. Pero cuando esas instituciones dejan de servir a la comunidad, a la gente, y de atender a sus diferentes demandas, cuando la res publica es embutida por la lógica aplastante del capital financiero, la retórica del populismo y sus líderes carismáticos es una idónea herramienta de resistencia. Este retorno de lo verdaderamente político (frente a la aparente política) se cifra en términos de identificación y resistencia ante la casta, según el viejo esquema amigo/enemigo de Carl Schmitt, a quien los fundadores de la filosofía populista interpretaron muy bien. En este libro y numerosos artículos el profesor Villacañas ha mostrado sus simpatías por el partido político español que mejor representa los principios populistas, ante todo por su propósito de transformar radicalmente una praxis política esclerotizada. Pero como defiende en este ensayo, el reto es reconvertir esa praxis en otra republicana que, "contra la construcción densa popular, es dispersa, plural, diseminada" y capaz de "liberar a las instituciones de dogmas, oligarquías, sentido patrimonial, énfasis apocalíptico y esa rigidez propia de quien no sabe que ya habita en el pasado". Villacañas quiere ver en el populismo contemporáneo una oportunidad histórica para recuperar la larga, aunque aún invisible, tradición republicana española. No sabemos si sus protagonistas políticos están convencidos de ello.

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