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Tinta fresca

Tras el origen del mal

Toni Hill se arriesga con una novela gótica y acierta de pleno al construir una historia cargada de inquietud

Toni Hill, autor de ´Los ángeles de hielo´.

Parece que fue ayer cuando Toni Hill nos dejaba a todos con los ojos muy abiertos en su primer disparo literario: El verano de los juguetes muertos. Las andanzas del inspector Héctor Salgado anunciaban la llegada de un escritor que dominaba la triple I: ingenio en la construcción de tramas, imaginación en el desarrollo de la intriga sin recurrir a tópicos, intensidad en la prosa y el dibujo de personajes. Los buenos suicidas confirmó aquellas expectativas y Los amantes de Hiroshima despidieron al inspector a lo grande.

Ahora cambia el paso. Pero los resultados no son iguales. Son, incluso, superiores. Los ángeles de hielo es, en primer lugar, el homenaje de su autor "a toda una tradición de novela gótica o de suspense. Es un género que en España se ha abordado pocas veces y me apetecía mucho reivindicarlo y ofrecer mi visión. Mi ambición era lograr una de esas novelas en las que el lector se sumerge y se deja llevar, confiando en que llegará a buen puerto, un estilo de novela clásico aunque revisitado desde una óptica más moderna. Las referencias a Henry James, a Brontë, a Hoffmann son más o menos explícitas pero nunca se ocultan".

Hill escogió la época, 1916 principalmente, en plena Primera Guerra Mundial, "porque me pareció un momento histórico cargado de incertidumbre. El esplendoroso inicio del siglo XX, con sus revoluciones artísticas y filosóficas, había dado ya paso a un desencanto del que, creo, Europa ya no se libró hasta mucho más adelante, rebasado ya el medio siglo. Eso me ayudaba a recrear a unos personajes sacudidos por una mezcla de modernidad y nostalgia. Frederic, el psiquiatra protagonista, añora su vida anterior a la guerra aunque sabe que ya no volverá, y que durante el resto de su existencia tendrá que soportar las heridas del combate; pero a la vez cree que podrá ayudar a sus pacientes con métodos que antes no existían". Escogió el conflicto, "esa represión sexual y emocional de la que la gente empezaba a ser vagamente consciente, y que, llevada a un extremo patológico, podía dar lugar a conductas aberrantes".

Y escogió los ambientes y trató de que fueran "hermosos: el internado de señoritas luego reconvertido en sanatorio tenía que ser un lugar aparentemente apacible, en absoluto sórdido, un falso paraíso donde se introducía la ´serpiente´ y ´sembraba´ el mal, sin olvidar que, en mi opinión, eso es falso: la serpiente no hace más que sacar a la luz los deseos ocultos y perversos que flotan en el lugar. Eso enlazaba directamente con ese ´lado oscuro´ que tenemos todos, y con las tramas clásicas sobre el ´doble´, el otro yo al que intentamos reprimir".

Con todo ello, Hill se propuso crear una historia "inquietante, que apelara a nuestros miedos actuales (el temor a y de la locura, por ejemplo) aunque estuviera ambientada en una época del pasado. Quería hablar sobre el origen del mal y sus consecuencias, sobre hasta qué punto podemos llegar a engañarnos a nosotros mismos, y hacerlo de manera que el lector se sorprendiera y no pudiera abandonar un relato que se va ensombreciendo a medida que avanza. Espero haberlo logrado aunque sea en parte". Prueba conseguida, Hill.

TONI HILL

Los ángeles de hielo

GRIJALBO, 464 PÁGINAS, 19,90 €

Els àngels de gel

ROSA DELS VENTS, 464 PÁGINAS, 19,90 €

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