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Teatro

Nijinsky ante el abismo

Mikhail Baryshnikov y Robert Wilson trazan un arrebatado retrato de la locura del bailarín y coreógrafo ruso

Baryshnikov como Nijinsky, en ´Letter to a Man´.

Los Teatros del Canal (Madrid) se han apuntado un buen tanto al estrenar en nuestro país uno de los espectáculos más originales de la última temporada: Letter to a Man, formidable y descarnado fresco emocional en torno a los diarios del coreógrafo y bailarín Vaslav Nijinsky en los que, de forma frenética, trata de entender el proceso que le llevó a la locura. La unión del director de escena Bob Wilson y del bailarín Mikhail Baryshnikov ha propiciado unas representaciones de enorme voltaje dramático.

En el relato, que discurre, a veces de forma abstracta, otras de manera más directa, se suceden diferentes escenas articuladas sobre reflexiones de los diarios, en un laberinto por el que desfilan personajes clave en la vida del bailarín como Serguéi Diaguilev, el empresario e impulsor de los Ballets Rusos. Letter to a Man es un viaje alucinado y fervoroso al interior de una personalidad compleja y rota, hecha añicos en su ocaso. Queda, no obstante, y deslumbra el testigo de unos diarios que, además, han estado sujetos a una peripecia también tortuosa. Baryshnikov "oficia" el drama con capacidad de seducción absoluta, siempre con una presencia escénica arrolladora. El discurso narrativo es suyo y se deja llevar, con la fuerza de un torrente, por el cauce que Bob Wilson traza con maestría en la unión de las más diversas corrientes teatrales, y en la que está muy presente su cercanía al japonesismo minimalista, que tanto ayuda a dar perfil a una propuesta que, por su propia naturaleza, puede tender a una fragmentación excesiva.

Encontramos una narrativa sobria con un sustrato importante, de calado, en la denuncia social, en la lucha contra la marginalidad, en la sexualidad oculta que tanto daño acaba haciendo, en el horror de las guerras, en una batalla contra los prejuicios que no se agota aún en nuestros días. Todo ello lo cuenta Wilson con lirismo unas veces, con desgarro impactante en otras. Su propuesta escénica es de una belleza que emociona y el foxtrot y otras músicas nos van guiando con la voz en off poderosa de la coreógrafa Lucinda Childs, que también ha intervenido en el movimiento escénico. Al final, un poso agridulce queda tras la desolación que habita en el abismo de Nijinsky, en su rabiada búsqueda sin retorno, en la fábula que intenta contar en torno a una vida que ya no es y que nunca será. Hay, en todo ello, una desnudez dramática que congela el aliento, ante el camino sin salida, circular y envolvente, en el que se mueve el personaje. No hay forma de romper ese círculo y nos pone de frente, "cara a cara con la realidad y eso es casi insoportable", tal y como afirmó Henry Miller al leer los diarios a los que Wilson y Baryshnikov han dado vida.

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