No es fácil construir una literatura que pueda entretener al lector y sumergirlo en un relato para salir de él con la sensación de haber pasado un buen rato sin mayores pretensiones. El arte de escribir tiene muchos objetivos y la evasión es, y debe ser, uno de ellos. Da igual, o debe darlo, que esa evasión sea de la mano de altas cotas literarias o de ficciones que buscan sólo contar una historia de forma sencilla. En esto último se corre el riesgo de abandonarse a una prosa burda, poco creíble, de bajo nivel. Es cierto. Pero también lo es que el sello de bestseller no es sinónimo de mala literatura.
Nicolas Barreau es uno de esos escritores multiventas que ahora trae a los lectores españoles París es siempre una buena idea (Espasa), una novela que afortunadamente podemos incluir en la parte buena de la llamada literatura de entretenimiento. Su lenguaje no se pierde en complejidades, sus historias desembocan inevitablemente en el amor, el desenlace sabemos que, salvo brusco cambio, va a acabar en aquello tan difícil de definir que es la felicidad. Pero el viaje por ese camino merece la pena. No cuesta mucho perderse por esas calles de París por las que se mueve la protagonista, que inevitablemente recuerda a esa Audrey Hepburn de Desayuno con diamantes, y que no escapa de cierto tópico francés. Los mismos que quizá se encuentran en su antagonista, el profesor de literatura norteamericano, con el que repite el ´guión´ de clásicos como Orgullo y prejuicio. Y entre ambos, la historia de un cuento infantil escrito muchas décadas antes, que les llevará al tercer protagonista en cuestión y que permitirá los necesarios enredos entre todos. El desarrollo de París es siempre una buena idea es previsible, pero eso no desmerece a esta novela, entretenida, con encanto.
Una novela encantadora, de evasión y que sacará a sus lectores de su rutina para respirar aires parisinos.
NICOLAS BARREAU
París es siempre una buena idea
Traducción de Carmen Bas Álvarez
ESPASA, 320 PÁGINAS, 19,90 €