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Cine

Tocados, hundidos, salvados

´El renacido´ se ha aupado como una de las películas más taquilleras de estos últimos meses. El mérito se debe, además de a una hábil campaña mediática del director y los productores, a que trata temas que tocan el tuétano de muchos seres humanos

Un grupo de hombres intentando sobrevivir en un entorno hostil, en ´El renacido´.

Antes de enumerar y valorar películas similares, incido en los dos temas (muy) básicos, que trata El renacido: la supervivencia en circunstancias extremas y la venganza por una flagrante injusticia. El guión, todo hay que decirlo, los apura hasta rozar el melodrama circense. La historia real del trampero Hugh Glass ha sido retorcida y exagerada en la ficción, sobre todo su enfrentamiento con John Fitzgerald, que tuvo un final anticlimático. Fitzgerald se enroló en el ejército; si Glass le hubiera matado se habría enfrentado a una corte marcial, por lo que desistió. Otra acción dudosa del director González Iñárritu, que ha tardado en ser detectada y apenas ha tenido eco, es que la fotografía, apabullante, copia literalmente varios planos de Andrei Rublev (A. Tarkovski, 1966). Feo, feo.

La trama de supervivencia es lo más destacado del filme. Y tema principal en dos películas relativamente recientes:

Gravity (Alfonso Cuarón, 2013). Una propuesta arriesgadísima por su extrema simplicidad. Medio puñado de astronautas en una estación espacial. Un satélite descontrolado se la carga, el regreso a la Tierra se torna una odisea para la única superviviente. El espectador admira, tanto para el guionista del filme, la resolución de Sandra Bullock, su lucha contra el desánimo, su positivismo.

127 horas (Danny Boyle 2010). Menos éxito en taquilla por un motivo evidente. El protagonista real, Aron Ralston, fue un "jackass", un descerebrado, un "bàmbol". Se fue sólo a un parque nacional a caminar, escalar y rodar en bici. Sólo, a su aire, fiándolo todo a su experiencia y su autoconfianza. Un accidente de escalada, de los que ocurren con regularidad a los practicantes de esa modalidad, le obligó a automutilarse. Más que decisión y sangre fría fue cara o cruz. Amputarse o morir. Subir al cielo antes de tiempo o un dolorosísimo retorno a la civilización.

Sí merece un apunte positivo en su descargo. A Ralston le fascinaba, le llenaba, la naturaleza en estado puro. Ese tipo de escapadas es un sueño que muchos hemos acariciado. Ese ronroneo interior, más acentuado, lo sintió Chris McCandless, el desgraciado protagonista de...

Hacia rutas salvajes (Sean Penn, 2007). Chris era un chico rarito, retraído asocial y noble. Leyó Walden y dijo ¿por qué no? ¿Por qué no intentar vivir en y de la naturaleza integrándome al máximo, alterándola lo menos posible? Más que quijotillo tenía alma de ermitaño. Agachó la cabeza y buscó su camino. Mala suerte, o sea inexperiencia, infravalorar la dureza de ese entorno que había mitificado, y un muy triste adiós. Sean Penn adapta con gran sensibilidad y acierto el excelente ensayo de Jon Krakauer.

El círculo comienza a cerrarse.

Las aventuras de Jeremiah Johnson (Sidney Pollack, 1972). El bello Robert Redford encarna a un ex soldado de finales del XIX que decide retirarse al bosque para vivir en paz. Un desliz con los indios, a los que respeta, convierten su sueño en un infierno. Como en El renacido, naturaleza salvaje, venganzas y algo (menos) de supervivencia. Sigue siendo una más que interesante película, no sólo por los escenarios naturales.

Del mismo año, igual de dramática, es Deliverance (John Boorman). La película provocó mucho revuelo por la escena de una violación masculina, equivalente en impacto al ataque de la osa en la película de Iñárritu. Comparten temas. Naturaleza, brotes de salvajismo y venganza.

¡Viven! (Frank Marshall, 1993) desarrolla otra peripecia real, la de unos deportistas uruguayos que sufrieron un accidente aéreo en los Andes. La demora en el rescate les llevó a la desesperada decisión de recurrir al canibalismo. Cuando se supo eso se armó un revuelo mundial (si no, posiblemente ni se hubiera rodado la película). Recuerdo un documental, una especie de "making of" con algunos protagonistas reales, en el que más que la polémica alimentación me impresionó la descripción de la fragilidad, la impotencia, la angustia de los chicos ante una naturaleza decidida a devorarlos.

Es el tema también de la reciente En el corazón del mar (Ron Howard, 2015), sobre el suceso que inspiró el argumento de Moby Dick. Un ballenero es atacado y hundido por un cachalote enfurecido; los supervivientes de nuevo se encuentran en una situación muy precaria. Mucho mejor el libro que adapta, escrito por Nathaniel Philbrick.

Reflexión final. ¿Es imprescindible apelar al morbo, con mayúsculas, para atraer a la audiencia? Canibalismo, automutilación, violación, desmembramientos, dormir dentro del cadáver de un équido... La única película que lo esquiva, y por eso es una de las más meritorias, es Hacia rutas salvajes. No he olvidado, pero he orillado por falta de espacio, a Robinson Crusoe y variantes (La isla misteriosa de Julio Verne y un largo etcétera).

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