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Una calle de París

´Un hombre espera´, de Álex Chico, es un libro inclasificable que oscila entre la persecución detectivesca, la literatura de viajes y el diario lírico

El entorno de los años sesenta, en ´Paris vu par...´ (1965).

Existe un auténtico subgénero literario en el que un escritor sigue el rastro de otro escritor y acaba por encontrarse a sí mismo. Le ocurrió no hace mucho a Enrique Vila-Matas con el espectro de Joyce en Dublinesca (2010), y ahora le sucede a Álex Chico con la sombra tutelar de José Antonio Gabriel y Galán en Un hombre espera (Libros en su Tinta, 2015). El libro de Álex Chico (1980) es tan inclasificable como las novelas nebulosas de Vila-Matas, pues su tenue trama narrativa apenas permite encauzar un discurso en el que confluyen el apunte descriptivo, el cuaderno de bitácora y el bucle de la melancolía. Un hombre espera empieza donde finaliza la juventud del escritor José Antonio Gabriel y Galán (Plasencia, 1940-1993), que vivió en París entre 1963 y 1966. La figura de Gabriel y Galán -Gayga para los amigos- se presenta como el núcleo referencial de la pesquisa. Sin embargo, este volumen no pretende ofrecer un asedio crítico a su bibliografía ni abrir una ventana indiscreta a su biografía, por más que aquí y allá se mencionen lecturas de cabecera, cartografías librescas y decorados familiares. En realidad, al autor le interesa menos reivindicar la obra de Gabriel y Galán que abismarse en los dos libros inéditos que este redactó en París: la novela Idea fija en Montparnasse y el poemario La paz así encontrada. De este modo, la aventura literaria se convierte en un pretexto literal para auscultar en el París contemporáneo los ecos del París de los 60, al igual que el peregrino de Quevedo buscaba en la Roma de hogaño a la Roma de antaño.

Según señala José Angel Cilleruelo en su esclarecedor prólogo, la principal conquista de Un hombre espera reside en la capacidad para evocar un espacio que es a la vez una localización física y una geografía humana. La "construcción significativa del Lugar" desborda la peripecia cuasi detectivesca y dota a esta entrega de una atmosfera lírica y evanescente. Álex Chico vuelve al París de Gayga como el asesino vuelve al lugar del crimen, con una minuciosidad escrupulosa y admirable. De hecho, el recorrido se concentra en una calle del barrio de Montparnasse: Campagne Première, entre el bulevar Raspail y el bulevar Montparnasse. Más allá de dar testimonio del paseo obsesivo de un flâneur ilustrado, estas páginas despliegan un paisaje que el lector debe completar, a la manera en la que se ordenan las piezas de un puzle ("También París está hecha de fragmentos"). El Montparnasse recreado es un territorio proclive a las mitologías y a los descubrimientos inauditos: en su retícula convergen las buhardillas de las vanguardias y los platós urbanos de la Nouvelle vague; los cafés poblados por la fauna existencialista y los cines en los que siempre se proyecta un corto de Eugene Deslaw; los mausoleos del pasado y las elegías metropolitanas de un improbable Jean-Jacques Ventoux con hechuras de apócrifo (por cierto, me pregunto si no se tratará de un pariente lejano de Jean-Paul Ventoux, el suicida ejemplar del poemario Café Montparnasse, de Manuel Valero Gómez). Al final, el retorno al punto de partida tiene algo de regreso a Ítaca: "No es demasiado pronto, tampoco demasiado tarde".

"Una ciudad no se habita, una ciudad se persigue", afirma Álex Chico en una frase con vocación de aforismo. En efecto, en Un hombre espera hallamos las claves de una persecución que se muerde la cola, como la que protagonizó el Johnny Carter de Cortázar en el tablero de un París muy distinto. Vale la pena acompañar al autor por este recorrido mental y poético. He aquí una demostración empírica de que Montparnasse no se acaba nunca.

ÁLEX CHICO

Un hombre espera

LIBROS EN SU TINTA, 92 PÁGINAS, 12 €

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