Un año más, y van 31, este Viernes Santo (mañana, 25) a mediodía la escalinata que desciende desde la catedral hacia el mar perdido, acogerá el Via Crucis de Llorenç Moyà (de quien conmemoramos en este 2016 el centenario de su nacimiento), que Adolfo Díez convirtió en teatro y que Bernat Pujol y Mateu Fiol ponen en escena. Una vez más, el milagro de la emoción, incluso entre quienes no entienden ni una sola palabra del verbo barroco del poeta de Binissalem.
"Necesitamos al teatro", afirma Anatoli Vassiliev en el mensaje correspondiente del Día Mundial de este arte, que celebramos cada 27 de marzo. Comparto con la compañera de esta casa M. Elena Vallés su buena impresión del nuevo director del Principal, Carlos Forteza. Mucha m€, que a las gentes de los escenarios no se les puede desear suerte, eso es gafe.
Nos ha dejado Carles Flavià. Le vi hace un montón de años, creo que con El estado del malestar (título premonitorio), y me cautivó ese aplomo sarcástico de que hacía gala. Hacen falta voces críticas, así que le echaremos de menos.
Abundancia de alumnado e interesantes contenidos en el curso Edad Media: Historia y ficción (Reinas, sabios y caballeros), que celebramos en el Centre Associat de la UNED los pasados viernes y sábado. Intervinieron Àngels de la Cámara, Eusèbia Rayó y Lluís Tudela, además del colaborador de estas páginas Jordi Maíz Chacón y un servidor de ustedes.
Dicen que Bruselas es una ciudad gris. No lo creo. Me encantó su gran plaza hispanoflamenca, sus galerías con puestos de libros, las viñetas dibujadas en las paredes, los restaurantes de mejillones y patatas en las esquinas, el museo Jacques Brel, los barrios sosegados de estirpe nórdica. Pero lo mejor de Bruselas lo representa el cálido corazón de sus vecinos, que seguirá latiendo aunque lo estruje el temblor de las lágrimas.
