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Tinta fresca

Adiós a la inocencia

Una novela de intriga de trama bien modulada y personajes muy reales

Adiós a la inocencia

Cuando éramos ángeles nuestros zapatos no estaban manchados de sangre.

Cuando éramos ángeles surgió a raíz del libro anterior de Beatriz Rodríguez, La vida real de Esperanza Silva, en el que narraba una parte importante de la historia "desde la visión de tres niñas. Poner el foco en la infancia, tener que interiorizar ese punto de vista, me hizo pensar en la época posterior: la adolescencia. Un espacio de tiempo en el que desmontamos la idea del mundo que nos han diseñado, queriendo ser adultos, pero sin tener las herramientas intelectuales, ideológicas o simplemente vitales para hacerlo de una forma sólida. Quise llevar esta idea al límite, situando al grupo de adolescentes de la novela en un lugar cerrado, como es Fuentegrande, separado de la civilización por un puerto de montaña que delimita dos espacios: el exterior (la costa) y el interior (el pueblo). Ambos transitan entre lo real y la creación de un territorio literario en el que trama y personajes encuentran su voz. Un espacio de vidas diseñadas dentro de unos parámetros que se acercan siempre a la violencia, a muchos tipos de violencia".

Los personajes "están supeditados al tiempo de la novela, pues a la mayoría de ellos los conocemos en dos planos: adolescencia (pasado) y madurez (presente). Sin embargo, la trama está capitaneada por Clara Ibáñez y es a través de sus entrevistas y sus reflexiones como reconstruimos los trazos que estructuran esta novela coral".

Clara ha apartado la mirada sobre su vida "para convertirse en una oyente de la vida de los otros. Pisa sus frustraciones a un ritmo lento, casi paralizado, que la delata en su soledad, bebe por las noches, no mucho, solo lo suficiente para que la resaca avive ciertas lucidez y fortaleza, y está aprendiendo a convivir con un espacio impuesto y hostil. Pero no podríamos comprender a Clara sin dos personajes satélite que consolidan la historia y que apoyan la evolución de la periodista: Chabela y Fernando Alegría, vehículos con los que comienza a despertar desde el purgatorio hacia la vital dicotomía Eros y Tánatos: Chabela es el placer por la comida y Fernando, el sexo y la intimidad. Estos dos personajes, especialmente el de Chabela, conectan con el otro tiempo de la novela, puerta para conocer a aquellos adolescentes cuya historia conforma la principal línea argumental".

La pérdida de la inocencia ha sido uno de sus "favoritos literarios". La adolescencia es la época más descarnada de la vida, "es experiencia pura, no hay reflexión, no hay conocimiento del tiempo, sino impulso. Los personajes se comportan como adultos, pero carecen de criterio propio para defenderse ante el poder del grupo. Me atraía construir un mundo con personajes que no tienen consciencia de la soberbia de sus actos, y la adolescencia es un medio muy verosímil para esto". Para ello parte del presente y da saltos al pasado "conociendo a los personajes en los dos planos. Esta idea del doble espacio, unida al hecho de que es una novela coral, me obligó a trabajar casi tanto el esquema de la novela como la escritura en sí, ya que cuando desarrollas tantas voces distintas, tienes que ser cuidadoso con otorgarles un papel lógico dentro de la trama".

BEATRIZ RODRÍGUEZ

Cuando éramos ángeles

SEIX BARRAL, 256 PÁGINAS, 18 €

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